Primera parte: El Plan. Quizá haya sido esta estúpidamente gripe que me dura, con sus altos y bajos, todo el invierno, quizá que lo escribo en esa época del año en que ya las ganas de arrancar se han cansado y las de huir están ... lejos, quizá simplemente soy un sinvergüenza, quizá, por último, hace tiempo que quería contar esto que van a leer y he decidido que este es un buen lugar y usted un lector que comprenderá lo que pretendo. Quizá nada de eso me salve de la condena cuando acabe usted de leer este artículo que, soy consciente, no debería existir salvo por motivos que, cuando lo termine usted, decidirá si eran o no suficientes.
Publicidad
Segunda parte: El Robo. Tengo un problema. Un problema de exactamente 1.500 caracteres de largo. Verán, hay gente que tiene problemas importantes. Gente que tiene que operar a corazón abierto. Gente que tiene que aterrizar aviones en tormentas. Gente que tiene que decirle a un niño que su pez se ha ido a «vivir al mar». Y luego estoy yo, un columnista que tiene que escribir algo brillante, ingenioso y profundo en 1.500 caracteres y no tiene ni idea de qué decir. Porque claro, las grandes ideas no llegan cuando las buscas, sino cuando te duchas o justo cuando te acabas de dormir y eres demasiado vago para anotarlas. He pensado en hablar de política, pero me temo que en este país ya nadie cambia de opinión, así que ¿para qué? También pensé en inteligencia artificial, pero si le pido a una IA que me ayude, seguro que me humilla y escribe algo mejor que esto. Así que aquí estoy, enfrentado al peor enemigo de cualquier columnista: el vacío. No un vacío metafísico, no un vacío existencial, sino el vacío de la página en blanco que te mira con la condescendencia de quien sabe que va ganando. Pero esperen… esto ya lleva casi 1.500 caracteres. Parece que he ganado yo. Por hoy.
Tercera Parte: La Confesión. No tengo ni idea de cómo de honesto es lo que he hecho en este artículo, pero todo lo que acaban de leer en la segunda parte no lo he escrito yo. Me fascina desde hace tiempo lo que pueda llegar a hacer la inteligencia artificial y le pedí a una que escribiera un artículo al estilo de Juan Gómez-Jurado sobre un columnista que no sabía de qué escribir. No he modificado nada, he cortado y pegado exactamente lo que la máquina ha creado. En ustedes dejo la sentencia moral y profesional de lo que he hecho. Pueden pensar, con motivos, que he escamoteado a quien me paga más de la mitad de mi labor contratada con ellos. Pueden también, si deciden apoyarme en esto, analizar lo que han sentido mientras leían la parte de arriba y saber si el texto ha conseguido o no engañarle. Por mi parte le aseguro que será la única vez que haga esto, asumiré que mi periódico se niegue a pagarme por este artículo y, sentado en mi silla de escribir, esa que he pervertido hoy con esta idea, esperaré, con las manos adelante y las muñecas juntas, su sentencia.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.