El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

El pueblo de mi madre se llama Ceclavín (Cáceres) y lo rodean tres ríos. Hasta hace 80 años, a Ceclavín se llegaba en barcas que cruzaban vados antiguos. Después, hicieron carreteras, se construyeron pantanos y fue más fácil llegar, pero desaparecieron los vados, los ríos ... quedaron encajonados y el pueblo, en verano, padeció sed. En los albores de la democracia, los socialistas descubrieron la solución al problema: presentaron un candidato a alcalde con dotes de zahorí, descubrió varios pozos y arrasó en las urnas.

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El pueblo de mi padre se llama Proaza (Asturias) y lo cruza un río prescindible. Allí no ha habido nunca problemas de agua en verano y cuando los partidos seleccionan candidatos, ser zahorí no se considera un valor político. En Proaza, en cuanto deja de llover una semana, hablan de sequía. Mi padre lo comprende porque nació en el país de las lluvias perpetuas. Mi madre se hace cruces porque ella llama sequía a no ver una gota de lluvia entre febrero y octubre, como sucede este año.

En los pueblos del sur, hay una cultura del oasis: hace años que previeron la aridez y el agua es un tema político desde los tiempos de Alfonso XIII. Tanto que en Ceclavín hay un charca o embalse que llaman «De los Socialistas»: se excavó durante la II República, quedó a medias por la guerra y se acabó en tiempos del alcalde zahorí. En la Cornisa Cantábrica, si deja de llover, no hay soluciones inmediatas porque la sequía no forma parte de la cultura popular. En Asturias, Cantabria y Euskadi, los candidatos hablan mucho del AVE que viene, pero poco del agua. Siguen enfrascados en vicisitudes del pasado sin intuir los problemas del futuro ni su solución: un alcalde zahorí.

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