Apocos días para que el Parlamento vasco decida si Euskadi tendrá o no Presupuestos en 2019, el lehendakari, Iñigo Urkullu, y su Gobierno de coalición PNV-PSE siguen tratando de escrutar cada movimiento de EH Bildu para intentar descifrar si las negociaciones, el pulso, entre ... ambas partes terminará en fumata blanca o negra.
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Ciertamente es bastante más de lo que los partidos de Andoni Ortuzar e Idoia Mendia podían esperar hace unas semanas. Desde que el PNV abandonó a Mariano Rajoy y propició con su voto la llegada del socialista Pedro Sánchez a La Moncloa, Sabin Etxea era consciente de que se terminaban los días de vino y rosas para el Ejecutivo autónomo. Lo probable era que el PP vasco de Alfonso Alonso dejara de dar soporte parlamentario a Urkullu. Y así ha sido.
Consciente de que jeltzales y socialistas cuentan con 37 escaños en el Parlamento autónomo frente a los 38 que suman EH Bildu, Elkarrekin Podemos y el PP, el jefe del Ejecutivo vasco empezaba a hacerse a la idea de que este año se iba a quedar sin Presupuestos cuando llegó la oferta de la izquierda abertzale. Su líder, Arnaldo Otegi, y la portavoz parlamentaria, Maddalen Iriarte, se ofrecieron a permitir la aprobación de las Cuentas –mediante la abstención de dos de sus diputados– a cambio de que se complementen las pensiones más bajas.
La negociación sigue abierta. EH Bildu renunció el viernes a enmendar a la totalidad el proyecto presupuestario y plantear su devolución al Ejecutivo. Oficialmente para dar más tiempo al acuerdo. Aunque también podría ser para vender mejor un eventual desencuentro final con el PNV.
Ni en Sabin Etxea ni en Ajuria Enea terminan de fiarse de la sinceridad de la oferta de su gran adversario por la hegemonía en el mundo abertzale. Pero no se atreven a levantarse de la mesa por si EH Bildu quiere de verdad pactar y por no arrostrar con la responsabilidad del fracaso.
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Las posiciones se han ido acercando, pero aún parece complicado el compromiso. Siempre, claro, que una de las partes no se desdiga de sus actuales posiciones.
El consejero de Hacienda, Pedro Azpiazu (PNV), y sus compañeros de partido y de Gobierno sostienen que complementar las pensiones para que nadie en Euskadi cobre menos de 858 euros al mes no es una competencia vasca y, por tanto, no se pueden habilitar más de 163 millones para este próximo año y algo más para el siguiente. Respuesta de la izquierda abertzale, convencida de que sus cartas son ganadoras: o eso o nada. Y es que si el Gobierno Urkullu finalmente cede, EH Bildu podrá vender a 50.000 pensionistas que ganan más gracias a ellos. Si no hay pacto, los reproches de esos mismos jubilados serán para el lehendakari y para los jeltzales por no hacer ese esfuerzo pese a tener unos ingresos récord.
Notable cambio estratégico de una izquierda abertzale que ha pasado del 'no' a las Cuentas de PNV y PSE porque cimentan un modelo socioeconómico antitético al suyo al posibilismo de la negociación parlamentaria. Para disgusto del sindicato ELA, que lidera Adolfo 'Txiki' Muñoz, incrédulo todavía ante la posibilidad de que la izquierda patriótica vasca pueda sacar del atolladero político a Urkullu y respaldar sus políticas a cambio de esa cesión en las pensiones.
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Es la última evidencia de la progresiva evolución de la coalición que integran los herederos de Batasuna, Sortu, EA, Aralar, Alternativa y algunos independientes. La izquierda abertzale ha aprendido a pactar sin complejos con el PNV para desgastar al Estado español y avanzar en clave soberanista. Y cinco minutos después a hacerlo con las otras dos fuerzas de la oposición, Elkarrekin Podemos y ese PP situado en sus antípodas, para denunciar los trapos sucios del PNV ('caso De Miguel') o las chapuzas en su gestión (OPE de Osakidetza o el escándalo de los comedores).
Por cierto, ¿se atreverá el aún consejero Jon Darpón a detallar lo ocurrido con la oferta pública de empleo sanitaria, antes de dimitir por su incapacidad para evitarlo, que esa y no otra es su responsabilidad? Es lamentable que sea 'vox populi' lo sucedido, en esta y en otras ocasiones, en esta y en otras comunidades, y una tupida cortina de silencio siga ocultando a tan distinguidos presuntos culpables.
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La evolución de la izquierda radical se extiende también en lo que concierne a sus socios políticos en otras autonomías. En concreto, en Cataluña.
Si las bases lo ratifican en dos semanas, EH Bildu concurrirá a las europeas del 26 de mayo en coalición con ERC, el histórico partido independentista que lidera el encarcelado Oriol Junqueras. Esquerra era desde hace décadas el aliado catalán de la EA del exlehendakari Carlos Garaikoetxea, mientras con quien se relacionaba Sortu era con la CUP.
La entente parece que terminó de concretarse en la visita de Joan Tardá y Gabriel Rufián a San Sebastián como 'observadores internacionales' de la fracasada consulta de Gure Esku Dago. En la plancha estará también el BNG gallego que lidera Ana Pontón.
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Lástima que el único lunar en esta evolución siga siendo el terrorismo. Lo dejó escrito Pernando Barrena tras el adiós a las armas de ETA: 'Jamás abjuraremos de nuestro pasado'. Una pena. Sin esa autocrítica, EH Bildu no será uno más. Pese a sus giros posibilistas y a las equidistancias que algunos insisten en pretender colarnos.
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