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El famoso asunto del arraigo en las empresas es un lío. Le prometo que, entender, lo entiendo, pero me parece imposible aplicarlo, al menos sin incurrir en enormes incongruencias. El caso de Euskaltel es un buen ejemplo. El Gobierno vasco se ha metido en un ... jardín, de salida tan complicada como la del laberinto del Minotauro. Vaya por delante que comparto la filosofía reiterada ayer por Arantxa Tapia que, para unos, será de un liberalismo asqueroso y para mí es de una realidad contundente. Algo así como: 'necesitamos empresas que sean productivas dentro y competitivas fuera'. No es un capricho, es la mera constatación de que son las únicas que sobreviven en el ecosistema económico globalizado de nuestros días. La consejera lo resumió de manera brusca: Las empresas se manejan «tomando medidas», en referencia a los anunciados despidos masivos iniciados. ¿No le gusta? Correcto, pues vaya a Venezuela, a Cuba o a Corea del Norte. Allí no practican tan bárbara política, pero no se olvide de llevar sus medicinas y el papel higiénico. Igual no los encuentra en sus mercados, perfectamente controlados e ideológicamente dirigidos.
Tras la perfecta definición inicial, las cosas se complican. Por ejemplo, cuando dice «necesitamos una empresa competitiva en Euskadi en el ámbito de las comunicaciones, que dé servicio a los clientes». Impecable. ¿Pero no las tenemos ya?, ¿Movistar, Vodafone u Orange no son competitivas, no dan servicio a sus clientes? Quizás quería decir 'de Euskadi' en lugar de 'en Euskadi'. Pero entonces, ¿quién es de dónde, cuando se cotiza en Bolsa? Además, si nos extraña y disgusta la actuación de Zegona, ¿por qué razón la apoyaron los representantes de Kutxabank en el consejo de administración? ¿Van por libre? ¿Y que hacen los partidos implicados acudiendo al Parlamento para que advierta -quizás fue una advertencia, pero sonó más bien a amenaza- a la empresa de un futura toma de medidas si falta al arraigo? Incongruencias.
Queremos, casi todos, tener centros directivos en Euskadi de empresas importantes que irradien riqueza y empleo, que exporten, que generen investigación e induzcan inversiones. Correcto. Pero eso no basta con desearlo, y sobran las advertencias. No tenemos dinero suficiente para poner en juego un gran músculo financiero, así que nuestra única defensa consiste en la creación de un hábitat fiscal, administrativo y social que les resulte atractivo y en el que se muevan a gusto. ¿No queremos hacerlo? No pasa nada. Simplemente nos quedaremos sin empresas 'arraigadas'. Estoy seguro de que algunos incluso se alegrarían de ello. Ya sabe, los siempre combativos partidarios de la 'confrontación'. Bueno, espero que no manden lo suficiente para imponer su lamentable, fracasada y empobrecedora doctrina. Los demás, a aclararnos. Por favor.
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