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Si es difícil en toda época la preservación del patrimonio cultural, mucho más lo va a ser en este tiempo de incertidumbres sociales, económicas y presupuestarias. La anterior también es aplicable a la reconstrucción de Notre Dame, un patrimonio cultural y religioso de la humanidad, ... sobre cuyo futuro aún pesan numerosas incógnitas. La primera es, naturalmente, la forma de compatibilizar la seguridad en su endeble estructura y los problemas derivados del incendio, con la marcha de los trabajos. Al mismo tiempo, las anteriores limitaciones y la paralización de las obras por la actual pandemia comprometen manifiestamente el plazo de cinco años planteado por el presidente Macron. Además, no está ni mucho menos resuelto el debate artístico y arquitectónico sobre la forma que debería tener finalmente la catedral, para lo cual habría que resolver previamente a la dinamización de las obras la fidelidad o no con su forma original. Por último, la enorme excepcionalidad económica y social que está generando la actual crisis del Covid-19 tendrá sus consecuencias evidentes en las prioridades del gasto público y del mecenazgo en Francia, muy a pesar de que ya se hayan comprometido por las empresas 900 millones de euros que se beneficiarán de una desgravación del 75%. Evidentemente lo anterior no impide afirmar que la voluntad política y social propiciará en todo caso la reconstrucción, aunque su plazo y su forma sigan siendo en este primer aniversario una incógnita evidente.
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