Illa antes de Navidad
Furgón de cola ·
Se va confirmando la idea de que este año las fiestas no las salva ni Charles DickensPablo Martínez Zarracina
Sábado, 17 de octubre 2020, 01:21
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Furgón de cola ·
Se va confirmando la idea de que este año las fiestas no las salva ni Charles DickensPablo Martínez Zarracina
Sábado, 17 de octubre 2020, 01:21
La Navidad de 2020 va a resultar difícil y puede que dolorosa: se detectan los primeros movimientos para comercializar mascarillas con la barba de Papá Noel. Ayer el ministro Illa no se posicionó ante semejante emergencia, pero sí dijo en la radio que vienen meses ... complicados y que las navidades serán «diferentes». El adjetivo es mullido porque nadie piensa aún en las fiestas. Pero el aviso también es significativo porque el Gobierno las pone ya sobre la mesa. Lo hace cuando la epidemia se complica en Europa y no deja de repetirse que el principal foco de contagio se está dando en las reuniones sociales en ambientes distendidos.
El problema es que las navidades son justo eso, pero elevado a una potencia enorme y acendrada. Un mes en el que se suceden las cenas de empresa, las comidas de amigos, las meriendas para intercambiar lotería, las ferias, los multitudinarios encuentros familiares y las fiestas hasta altas horas de la madrugada. Todo bajo techo, porque, nena, hace frío ahí fuera. Y todo con mucho champán porque hay que brindar por la alegría del reencuentro y la felicidad del nuevo año.
Bueno, pues el Gobierno va adelantando que de eso habrá que olvidarse. Es un modo de que la ciudadanía se haga primero a la idea y después vaya haciendo planes más modestos. Nada de grandes reuniones, olvídense de los cotillones, cuidado con el alcohol, felicitaciones a distancia, mejor no cantar villancicos por lo de las gotículas. La magia va a sufrir restricciones sanitarias. Será como una película extraña de Tim Burton: Salvador Illa antes de Navidad.
Todo tiene, sin embargo, sentido. Si las cenas de Nochebuena ya podían acabar mal, solo falta que acaben con un brote epidémico, algo que puede ser dramático de un modo rebuscado: es difícil que en una familia no haya alguien al que, por edad o historial médico, no le convenga mantenerse lo más lejos que pueda del Covid.
Lo que resulta increíble es que, después de estas llamadas al realismo, se siga alimentando la idea de que habrá una vacuna contra el coronavirus en diciembre. Ayer la Agencia Europea del Medicamento dijo que, como muy pronto, será en primavera. ¿No es mejor aceptarlo rápido y con estoicismo? Esta Navidad no la salva ni Charles Dickens.
CGPJ
El 83% de los jueces españoles considera que los gobiernos, sea cual sea su ideología y su composición, están más interesados en controlar la Justicia que en promover su eficacia. El resultado es escandaloso y apunta a una posibilidad que debe investigarse: hay al parecer un 17% de jueces españoles que, o bien no viven en España, o bien están haciendo un uso disparatado de drogas muy duras y euforizantes. Mientras tanto, Pedro Sánchez aprovechó que estaba ayer en Bruselas para aclararles a los socios europeos cierta confusión emergente: él es el Obama blanco, no el Kaczynski alto. Así que allí mismo le ofreció al PP acordar la reforma del Poder Judicial. «Mañana mismo», dijo el presidente. Que el ofrecimiento no va a prosperar fácilmente lo sabe cualquiera que haya entendido cómo funciona ya el tablero político español. La victoria consiste en empujar al otro hasta situarlo entre la coartada y la pared. Lo demás no importa. Sánchez es un maestro y Casado va aprendiendo. Lo vamos a oír estos días hasta la náusea: «¿Ustedes han visto a mi rival? Es increíble todo lo que me está obligando a hacer».
BREXIT
Los franceses del XVIII se iban de los salones sin decir adiós por no romper la magia de la velada atrayendo la atención sobre sí mismos. Como en España lo de emplear más tiempo en la despedida que en la velada ya debía de ser importante, se le dio a lo de irse «a la francesa» un significado peyorativo. Al enterarse, los franceses reaccionaron con ejemplaridad y buscaron ellos también un nombre para la acción de dejar una reunión con grosería. Irse a la inglesa, lo llamaron. Seguimos dentro de la Commonwealth: Boris Johnson amenazó ayer a la Unión Europea con largarse a la australiana. Eso quiere decir que el Brexit terminaría sin acuerdo comercial y los negocios con Londres tendrían que hacerse como con Sidney. El primer ministro envidó en un mensaje a la nación, pero mantiene la negociación en Bruselas. O sea, fue un gesto de fuerza. Otro más. Boris Johnson es el paradigma de una raza de políticos que hace nada creíamos imposibles por aquí. Aquellos que, una vez en el poder, parecen a punto de argumentar lo que los concursantes en la final del 'show' televisivo: no importa, hemos venido a jugar.
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