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Seguimos en estado de shock. Y es que no acertamos a comprender cómo es posible que un jurado pudiera declarar culpable a Pablo Ibar después de escuchar cosas que habrían escandalizado a cualquiera. No lo entendemos.
Varios testigos, que en juicios anteriores incriminaban a Ibar, ... ahora admitieron en este juicio que habían mentido para incriminarle. Algunos de ellos admitieron que el detective que llevaba el caso autorizó pagos en efectivo por sus testimonios. Otro testigo declaró también que el detective que llevaba la investigación le amenazó reiterada y gravemente si no incriminaba a Ibar y que, a pesar de eso, no cedió a esas amenazas. También escucharon cómo una de las analistas del laboratorio que realizó el último de los análisis de ADN afirmó que la cadena de custodia de la camiseta del ADN estaba seriamente comprometida: recibió la camiseta en cuestión en un sobre parcialmente abierto, y tuvo que cambiarle ella el precinto. Que todos los análisis anteriores de ADN fueran negativos, y éste casualmente tuviera una traza con coincidencia parcial habiéndose comprometido la cadena de custodia no parece que les hubiera llamado la atención. El hecho de que ese resto de ADN, siguiendo estándares internacionalmente aceptados, no hubiera sido aceptado como incriminatorio por la alta probabilidad de que fuera una contaminación, tampoco pareció afectarles. Un perito del FBI -y eso que era perito de la Fiscalía- afirmó que el vídeo no servía para realizar no ya la identificación de Ibar, sino de nadie. Tampoco les hizo pensar.
¿Por qué no les hizo pensar? Sólo podemos especular, claro, porque las deliberaciones del jurado son secretas. Acaso hubo discrepancias en un principio, porque el jurado no llegó a un veredicto de forma inmediata. Tardó casi tres días y pidió que se le leyeran trascripciones de determinados testimonios. Eso implica que la unanimidad -obligatoria por ley tanto para el veredicto de culpable como de no culpable- inicialmente no existía. Probablemente hubo discusión. Todo parece indicar que predominaron quienes siguieron las tres exhortaciones -que no recomendaciones- del fiscal: que no se dejaran impresionar por la presencia masiva de prensa del país de origen de Ibar, que no se dejaran impresionar por los peritos de la defensa con sus acentos extranjeros snob (eran británicos) que vienen aquí a darnos lecciones, y «¡que no dejaran escapar a este asesino!». Los dos primeros argumentos -que no pruebas- apelaban al rechazo del extranjero, de lo diferente, pero no se entraba a discutir las pruebas. Es lógico, sus pruebas, si se les puede llamar así, una tras otra cayeron tras el contrainterrogatorio de la defensa. El juez desestimó, sin más, nuestras protestas y exigencias vehementes de que allí mismo declarara juicio nulo porque el fiscal no es quien para llamar a nadie asesino. Eso en todo caso eso, quien lo tiene que determinar es el jurado, no el fiscal. Acaso fueran estos argumentos, que apelaban a las vísceras y no a la racionalidad, fueran abanderados por una mayoría en el jurado popular. Y en las discusiones de grupo, si la minoría no tiene el carácter y las energías suficientes para resistir, pasa lo que pasa, y más cuando hay elementos emocionales tan potentes.
Ahora toca esperar a la fase de sentencia del juicio, donde ese mismo jurado va a decidir sobre la vida o la muerte de Ibar. Si se decanta por la cadena perpetua, apelaremos. Habría que acudir al Tribunal del Cuarto Distrito Judicial de Florida. Y si fuera necesario, después al Tribunal Supremo de Florida. Si se decanta por la pena de muerte, el recurso es directo al Supremo de ese Estado. Pero recurriremos. Con total seguridad.
Tras el veredicto, la hermana de una de las víctimas declaró que Ibar era un asesino y que España debía asumir que era un criminal. Son declaraciones son perfectamente comprensibles para alguien que ha perdido a un familiar en un crimen execrable. Siempre hemos mantenido, y así figura en nuestra página web desde el principio, que respetamos el dolor de las familias de las víctimas, porque la familia de Ibar ha pasado por una angustia y un dolor muy parecidos. Conocemos de cerca algo muy similar. Estamos muy de acuerdo con que no debe haber impunidad. La impunidad lo único que hace es producir más conculcaciones de derechos humanos. Por eso el Estado de Florida debe investigar quiénes son los verdaderos perpetradores. En su día desecharon otras vías de investigación bastante más verosímiles que la de Ibar. Las víctimas, y también Pablo Ibar, tienen derecho a la Justicia. Pero un elemento sine qua non de la Justicia es que quien pague por un delito sea quien de verdad lo cometió. Y las pruebas no señalan eso en absoluto. Todo esto no puede depender de las argucias de un fiscal. Por ello, sea cual sea la sentencia, seguiremos en el empeño de conseguir que Ibar acabe siendo declarado no culpable, al igual que lo fue ya Seth Peñalver, el otro coacusado en este mismo caso, en 2012.
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