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La política es uno de los asuntos que más odio genera. Y paradójicamente también más humor. Se está evidenciando con claridad ahora más que nunca. Con la particularidad de que en muchos momentos el humor, en lugar de ayudar a la distensión, provoca sentimientos de ... humillación y repulsión. No hay más que echar un vistazo a las redes sociales y a las denuncias de incitación al odio. Un concejal de San Joan de Vilatorrada se fotografió al lado del guardia civil que protegía la consejería de Gobernación de Barcelona luciendo una nariz roja de payaso. Ha sido llamado a declarar por presunto delito de incitación al odio. Esa instantánea sintetiza la extraña mezcla de humor y odio que nos invade. El humor se ha convertido en un instrumento imprescindible al servicio de las posiciones políticas. Por ejemplo, Tabarnia. La ficción de nación catalana y española dentro de la república de Puigdemont que se han inventado unos cuantos con Boadella a la cabeza no le ha hecho ninguna gracia a los independentistas. El humor para serlo de verdad tendría que ser transversal y las cosas no van por ahí. La televisión (¿pública?) catalana TV3 ya vio el peligro de que su audiencia independentista no entendiera la broma y el día que el cómico de Els Joglars hizo la parodia de la toma de posesión como presidente de la nación tabarnesa no tuvo el humor de incluirlo en su Telenoticies.

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elcorreo Humor y odio