![Hong Kong dispara la tensión en el mar de China](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202006/02/media/cortadas/opi-morejon-k27E-U110376394573cYD-1248x770@El%20Correo.jpg)
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A nadie se le escapa que la crisis provocada por la pandemia del coronavirus SARS-2 está siendo aprovechada por más de un gobierno para ajustar asuntos pendientes. Pekín proclama que Hong Kong es China mientras la Asamblea Popular Nacional china (ANP) aprueba el 28 ... de mayo una ley de «salvaguarda de la seguridad nacional en esta región administrativa especial». El texto, considerado un liberticidio por los hongkoneses, pondría fin al principio 'un país, dos sistemas', vigente en la isla desde su retrocesión a China por parte de Reino Unido en julio de 1997. Igualmente al amparo de la crisis sanitaria, altercados y refuerzos de posiciones en el mar de China meridional a expensas de las naciones de Asia del Sur-Este ilustran el aprovechamiento pequinés para autoafirmarse como potencia mundial en pleno desconcierto planetario.
Si desde hace años el imperio del Medio trata de controlar un vasto dominio marítimo asimilable al Mediterráneo, el mar de China meridional, recientes movimientos prueban su determinación en la región. En marzo el hundimiento de un barco de pescadores vietnamitas al entrar en el sector de las islas reivindicadas por Hanoi, la instalación después de dos 'centros de investigación' en los enclaves rocosos de Fiery Cross y de Subi situados en las islas Spratly, zona reclamada por Filipinas y Vietman; en abril, la violación de las aguas territoriales de Malasia por el 'navío sonda' 'Haiyang Dizhi 8' espiando la explotación petrolífera estatal de Petronas; y siempre en abril, el anuncio del régimen chino de que las islas Paracelso y Spratly estarán en lo sucesivo bajo la tutela administrativa de dos nuevos distritos, Xisha y Nansha, respectivamente, vinculados a la ciudad de Sansha, constituyen no sólo burlas a la cartografía establecida (Asia Maritime Transparency Initiative) sino un desprecio absoluto a las reglas internacionales.
Semejantes violaciones de las soberanías, protestadas por Vietnam, Filipinas, Malasia, Taiwán o el sultanato de Brunei ante la Corte permanente de arbitraje de La Haya, son consideradas «actos ilícitos» sobre territorios en los que las reivindicaciones chinas carecen de «todo fundamento jurídico». Lo grave es que, desde hace mucho tiempo, China viene rechazando estos veredictos. Los especialista en geopolítica para Asia del Sudeste, Carl Thayer entre ellos, hablan de «provocación» y de sarta de burlas por parte del Partido-Estado chino, cuando no de «estrategia deliberada para hacer saltar una crisis con adelanto sobre sus rivales», observa el australiano Peter Jennings, del Ministerio de Defensa de Camberra. Toda esta agresividad agranda la periferia china sin contrapoder que parezca frenarla.
En este ambiente, los hongkoneses creen estar, esta vez, ante el peor de los desafíos y quizá el definitivo. En un mar de angustias, los estudiantes, las gentes en las calles protestan contra el Gobierno central. «La verdadera batalla empieza ahora», exclaman a la prensa internacional sin miedo a la brutalidad de la Policía, ni siquiera a la muerte. «¡Hablen de nosotros, que el mundo comprenda lo que pasa aquí!».
Pasa que China apuesta por no respetar la miniConstitución de Hong Kong, la Basic Law, que al menos hasta 2047 garantiza a sus ciudadanos un alto nivel de autonomía respecto al régimen comunista chino. El sistema ultraliberal de la antigua colonia británica combinado con un sólido Estado de Derecho hace del territorio una de las economías más libres del mundo y el cuarto centro financiero del planeta. El apego de los hongkoneses a un estilo de vida duro pero forjado sobre las libertades individuales liga muy poco con el futuro que Xi Jinping les ha diseñado.
Apenas ha transcurrido un año de las impresionantes manifestaciones contra el proyecto de ley facilitador de las extradiciones hacia Pekín, afortunadamente retirado, seis meses del rotundo éxito de la democracia en las elecciones locales y aún prosiguen las quejas contra la Legco, reglamentación sancionadora de la falta de respeto al himno y la bandera chinos, cuando la alarma ha saltado: los dirigentes comunistas imponen su propio arsenal jurídico. El articulado principal deja sentado que China «se opone firmemente» a toda interferencia de fuerzas extranjeras en Hong Kong; el artículo cuatro autoriza a las fuerzas de seguridad a establecerse en la isla y el sexto, el más grave, «castiga cualquier conducta que ponga en peligro la seguridad nacional, así el separatismo, la subversión, la sedición y cuantas actividades interfieran los asuntos de Hong Kong».
La epidemia de la Covid-19 bajo control, los hongkoneses se saltan las prohibiciones de reagrupamiento. Detenidos, encarcelados, suicidados en público, la juventud de Hong Kong no tiene nada que perder. No se manifiestan por mejor calidad de vida; protestan por un destino que no puede ser peor. El establecimiento de una ley de seguridad nacional en absoluto devolverá la calma en el mar del Sur de China.
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