La izquierda abertzale se resiste a enterrar su pasado más tenebroso. Los reiterados actos de homenaje a etarras en los que ha participado en los últimos meses, con un creciente exhibicionismo público, demuestran su renuencia a romper lazos con la pesadilla que ha azotado Euskadi ... durante medio siglo. Los recibimientos como héroes a terroristas que han cumplido sus penas de cárcel por asesinatos o, como el dispensado el pasado domingo a dos vecinos de Andoain, por haber ejercido de chivatos de la banda para que perpetrara sus crímenes -en ese caso, el de Joseba Pagazaurtundua- constituyen un insulto intolerable a las víctimas que denota la falta de la más mínima sensibilidad humana. Al margen de que constituyan o no un delito, estos actos, rechazados el jueves por el Parlamento vasco con la reveladora abstención de EH Bildu, retratan la catadura moral de una parte de la sociedad vasca que, seis años y medio después de que una ETA derrotada abandonara la violencia, jalea como si fueran autores de grandes hazañas a los verdugos de ciudadanos inocentes. Detrás de esos homenajes existe -no nos engañemos- un sórdido intento de justificar la ignominia. De reivindicar las más viles páginas de la historia del terror de ETA. De presentar como inocentes, y en algún caso incluso como mártires, a culpables de los más graves delitos bajo la estomagante excusa de que actuaban en favor de la libertad del pueblo vasco. La izquierda abertzale tiene todas las herramientas en su mano para frenar este tipo de afrentas, que pisotean la memoria de las víctimas y atentan contra su dignidad. La aclamación en las calles de Euskadi a terroristas recién puestos en libertad, a otros que siguen en prisión o, en algunos casos, a quienes han eludido la acción de la Justicia pone en evidencia a la antigua Batasuna y revela una notoria falta de pedagogía democrática en sus propias filas. Tanto entre las bases más veteranas, que han asistido impasibles a años de descarnada convivencia sin escrúpulos con el terror y al dictado de ETA, como entre los jóvenes hipnotizados aún por el hechizo de la violencia.
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