Urgente Retenciones en el Txorierri por la avería de un camión

El fútbol llevaba años acumulando prestigio estético y generando discurso cultural. El fenómeno tuvo entre nosotros un comienzo argentino. Empezó con el descubrimiento de los escritores Fontanarrosa y Soriano, que coincidió con el florecimiento de la prosodia de Valdano. A partir de ahí, todo fue ... solo. Descubrimos a Nick Hornby, Los Planetas incluyeron a Mendieta en un himno 'indie', aparecieron los expertos minuciosos en estadísticas y ligas foráneas, llegó la revista 'Panenka', los 'Hooligans ilustrados', los festivales futboleros de libros y cine… Incluso vimos a Granero hablando de Lucinda Williams y de Maupassant y asistimos impresionados a las teorías político-filosóficas que proliferaron tras la muerte de Maradona. Es innegable que durante estos años el fútbol construyó un paisaje simbólico, significativo y prestigioso que se alejaba del forofismo y la fealdad.

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Todo terminó por desgracia ayer, cuando, antes del sorteo de las semifinales de Copa, Alaska y Mario Vaquerizo irrumpieron en ese paisaje como irrumpen Godzilla y King Kong en Tokio. Rompiéndolo todo sin motivo. Caracterizados como suelen de burbujas Freixenet de Transilvania, interpretaron un tema titulado 'Celebrar es ganar' cuya letra habría molestado a Sport Billy por pueril. «Ver crecer al rival / el respeto de igual a igual». Cosas así, pero con sintetizador y coreografía. «El primer himno en la historia de la Copa», aclaró el presidente de la Federación. Sucedió en la sala Luis Aragonés de la Ciudad del Fútbol de las Rozas. Si la retransmisión se vio en la Ciudad del Fútbol del Cielo, es casi seguro que Luis Aragonés agarró del pescuezo a un ángel y comenzó a golpearle mientras gritaba fuera de sí: «¿Pero qué es esto?».

Eso mismo se preguntaron ayer los aficionados que pusieron la tele para ver cómo quedaba la Copa y se encontraron con el himno, los bailarines y el estupor. También con el vértigo de comprobar cómo la historia es circular, lo moderno es caduco y el fútbol regresa a lo de Juanito Navarro y Doña Croqueta en el Mundial 82. Solo que ahora con Alaska y Mario, pareja omnipresente que también se encargó del sorteo de los emparejamientos de las semifinales y no desperdició la ocasión de hacer chistes con el sustantivo plural «bolas».

CONGRESO

Lío en el zoco

La política española ha terminado de interiorizar que el Parlamento es una mezcla de zoco y callejón, un lugar en el que hay que andar listo y sin escrúpulos, combinando los discursos estratosféricos y el proceder subterráneo. Y cómo celebran las bancadas de aparateros semovientes las jugadas maestras de sus líderes, así consistan en mezclar pensiones y mascarillas, en hacer depender la legislación laboral de un país de la reprobación del alcalde de Pamplona o en hacer pasar sin reparos la torpeza propia por peligrosa conspiración. Y hay que ver también a esos diputados de UPN reivindicándose la gallardía tras hacer de una votación en el Congreso una partida de 'Among Us'. Como si, llegado el caso de romper la disciplina de voto por dignidad personal, un parlamentario no debiese defender su posición desde la tribuna y rematar después con una jota de ser uno, como es el caso, miembro del pueblo navarro.

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REINO UNIDO

Habla Rafiki

A Boris Johnson también le coges cariño. La fiesta de «temática Abba», las botellas de 'prosecco'… Hasta te da pena que deje de gobernar el país. Siempre que el país no sea el tuyo. Pero qué otro líder mundial utilizaría como argumento a Walt Disney. Johnson reunió ayer a su equipo y les dijo que no importaba que en las últimas horas hubiesen dimitido cinco colaboradores de alto rango. «El cambio es bueno», aseguró. Y aclaró que la frase es de 'El rey león'. Pues es cierto. Se lo dice Rafiki, el babuino sabio, a Simba. Todo verdad, al menos por ese lado.

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