Mucho se ha hablado de la Unidad Didáctica Herenegun. Un embrollo que podría haberse evitado si se hubiese consultado antes a las asociaciones de víctimas del terrorismo y pedido que enviaran sus aportaciones. No se hizo así y, desatado el temporal, las alegaciones llegarán hoy ... mismo.

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Repito que «Herenegun» (anteayer en euskera), presenta, tanto en su factura como en su fondo, aspectos que resultan impecables, y esto es justo reconocerlo: («… llegó la amnistía, los presos salieron de la cárcel, pero ETA no llegó a la paz, sino que fue más cruel que nunca»). Aún así, analizada en su conjunto arroja un saldo negativo si es pasado por el tamiz de algo que debiera ocupar la centralidad del material educativo que se promueve desde la Secretaría de Derechos Humanos, Convivencia y Cooperación de Gobierno vasco: la deslegitimación del terrorismo y en especial el generado por ETA. Y aquí radica, en mi opinión, el mayor peligro que presenta este material; que nuestros adolescentes no entiendan que ETA fue un grupo terrorista sino, tan sólo, un grupo de idealistas equivocados.

Si nos centramos en los vídeos originales, ahora reducidos a 20 minutos, no resulta muy deslegitimadora del terrorismo la apertura de los mismos que se cede a Jose Félix Azurmendi. Cuando este recrea el «sacrificio» de Txabi Etxebarrieta en Benta Haundi, contribuye a elevar a la categoría de héroe al primer perpetrador de ETA, cuestión esta que no comparten reconocidos historiadores como Gaizka Fdz. Soldevilla. Recordemos que el público al que se dirige es alumnado adolescente, que puede empatizar con cierta recreación romántica de ETA.

Tampoco me parece adecuada la inclusión de Julen Madariaga, fundador de ETA, cuando afirma que «…debido al inmovilismo de los jeltzales era necesario hacer algo. Nos teníamos que defender». No se observa en su cara, ni en su narrativa, un ápice de arrepentimiento y no resulta muy deslegitimador de la violencia terrorista. Fue mucho más rotundo Urrusolo Sistiaga, en el XVI Seminario Fernando Buesa, cuando afirmó tajante que su trayectoria fue un horror y que por ello debía pedir perdón a las víctimas. ¿Acaso imaginan una Unidad Didáctica que comenzara dando voz a José Amedo, mientras afirma que los asesinatos del GAL fueron «acciones» necesarias por el inmovilismo del Gobierno? El también historiador Raúl López Romo, en la presentación del libro 'Memorias del terrorismo en España' fue categórico al afirmar que su pretensión era ceder sus páginas a las víctimas del terror, pero no a los perpetradores.

Los pasajes sobre la tortura dan a entender que sólo en Euskadi se torturaba, cuando en el resto de España en el franquismo y parte de la transición también se torturó por parte de sectores policiales anclados en el pasado. El testimonio de Inés Nuñez resulta ser el más emotivo. Nadie puede dejar de emocionarse y sentirse unido al dolor de Inés. En los cinco vídeos no hay un solo testimonio de muerte causada por ETA que manifieste tal carga de dramatismo. De esta forma la solidaridad, desde lo emocional, pudiera redirigirse hacia esta víctima y no hacia las víctimas de la banda terrorista.

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Se podría hacer una crítica argumentada a numerosas secuencias, pero destacaré tan sólo dos más: una, por su gran carga simbólica, al introducir un reportaje de la BBC efectuado a ETA en la que se dice que «quien debe pedir perdón es España a Euskal Herria». La otra, inmersa en un totum revolutum de sufrimientos (el de los trabajadores de Egin, de los familiares de presos, de los objetores de conciencia…), se la debemos a la abogada Jone Goirizelaia cuando afirma que no se condenaban los atentados de ETA «porque no iban a hacer lo que quiere el otro».

Similares son las valoraciones respecto a los cuadernos de trabajo de aula. Comienza el primero afirmando que ETA fue la respuesta a dos circunstancias: A) A la situación creada por el régimen de Franco (falta de libertades democráticas, represión del nacionalismo vasco, y del euskera y la cultura euskaldun; y política de castellanización y plena asimilación cultural). Me pregunto, ¿La represión sólo fue contra el nacionalismo vasco??? ¿Y socialistas, comunistas, anarquistas y sindicalistas no la sufrieron??? ¿Acaso el resto de España no sufrió una represión similar o, incluso, mucho más intensa? ¿La desaparición del euskera se forzó también en Armiñón, en Baños de Ebro, en Cascante o en Corella?

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B) A la amenaza de desvasquización implícita en el proceso de industrialización de los años 1950-1975. Se induce a pensar que los inmigrantes eran los enemigos, los malos, los peligrosos, los que iban contra nuestras costumbres. ¿No les suena muy, digamos, actual???

Cae esta Unidad Didáctica en demasiados estereotipos, en demasiadas argumentaciones que suenan a justificaciones, en demasiadas ausencias (no aparecen testimonios de víctimas de violencia de persecución, extorsión económica, de la Policía Nacional, de la Guardia Civil, de exiliados o de torturados por ETA. Y es que este material parece recrear una atmósfera difusa en la que las «acciones» de ETA se contemplan junto a la crisis de Euskalduna, el ecologismo antinuclear, el tráfico de heroína, la recuperación del euskera o el antimilitarismo. Y no lo comparto, ya que por el hundimiento ético y social que provocó tanta sangre derramada por un proyecto nacionalista totalitario no puede verse inserta en esa misma constelación de «sufrimientos».

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En el seminario antes señalado, la jurista Adela Asúa decía que permanecen a día de hoy los «efectos tóxicos del terrorismo, ese sustrato interpretativo que lo justificó». Bien, confío en que desde la Lehendakaritza se tengan en cuenta las aportaciones de las asociaciones para rehacer este material y conseguir acabar con esas «toxicidades». Y ese asunto no es sólo de anteayer, sino de ayer, de hoy y también de mañana. Herenegun, atzo, gaur eta bihar.

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