
Ahora se trata de saber cuánta energía empleará el nuevo Gobierno andaluz en 'levantar alfombras' y hacer ajuste de cuentas con los años de Ejecutivo socialista, y cuánto talento invertirá en la tarea de resolver el problema más grave, el paro, incluida la economía sumergida.
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El gabinete que presidirá Moreno Bonilla es la demostración empírica de que en política todo es posible. Desahuciado en su propio partido, que esperaba al batacazo electoral para montarle una gestora y buscar un nuevo candidato que no fuera de los de Rajoy/Soraya, Bonilla ha ganado después de perder una montonera de votos.
Va a gobernar con un pacto que tiene algo de vodevil: cuando Vox entre en la sala, Ciudadanos la abandonará corriendo y el PP seguirá de continuo tratando de decirle a cada uno lo que quiera escuchar.
Todo lo que ocurra en Andalucía va a estar forzosamente marcado por las expectativas electorales inmediatas de los tres partidos digamos ganadores, y que en mayo tendrán nuevas elecciones para disputarse quién es el hegemónico en estas derechas autónomas.
Susana Díaz se aferra al sillón de jefa de la oposición, cosa que no parece que guste nada a Sánchez. Quizás la hasta ahora presidenta eche cuentas y compruebe cómo en otras comunidades autónomas, gobernadas históricamente por un mismo partido, la alternancia ha sido una pausa para que volvieran los de siempre. Así ha ocurrido en Cataluña, tras la pausa del tripartito PSC-ERC-ICV; en Galicia, tras el paréntesis del bipartito PSG-BNG; y en Euskadi, tras el suspiro de los socialistas apoyados por los populares. Después de esos intervalos, CiU, PP y PNV volvieron al poder, después de un rato ventilándose en la oposición y comprobando el frío que hace fuera del poder. Díaz podría aferrarse a esa evidencia y a la certeza de que en política no hay nada imposible.
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La etapa de Gobierno inédito en Andalucía va a tener el aliciente de ver qué es lo que da de sí Vox. Después de un arranque propagandístico espectacular, que recuerda a la explosión de Podemos, hoy en fase de implosión, Vox vive en estado de gracia. Cualquier crítica, así sea que ha estado financiado por iraníes en las elecciones europeas, no le hace mella aparente. La política es también una suma de aciertos y errores y queda por ver los que cometerá este nuevo partido.
Un ejemplo. Nadie de los que se fascinó con Podemos, empezando por Errejón, pudo imaginar que su megalíder llegaría a comprarse un casoplón de medio millón de euros y a someter el alicatado a referéndum en su propio partido. Nadie de los que apoyó a Vox podría imaginar que había llegado dinero iraní de por medio y otras cosas que puedan venir. Bueno, que queremos saber lo que hará el nuevo Gobierno andaluz con el paro.
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