A día de hoy, uno de cada cinco vascos ha recibido al menos una dosis de la vacuna contra el coronavirus. Hace medio año, cuando los remedios contra el Covid eran aún un proyecto en marcha, un informe determinó que uno de cada cinco vascos ... no estaba dispuesto a vacunarse cuando llegase el momento. Lo he buscado y uno de cada cinco vascos utiliza psicofármacos. Uno de cada cinco vascos cree que el Sol gira alrededor de la Tierra. Uno de cada cinco vascos padece hipertensión. A mí me gustaría que ese vasco de cada cinco que lo hace y lo sufre todo, que está a favor y en contra de las cosas, fuese siempre el mismo. Y que un día las autoridades nos lo presentasen: «Este es un vasco animado y predispuesto, no como los otros cuatro».

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Ahora vamos a centrarnos en los cuatro vascos de cada cinco que quedan sin vacunar, porque creo que nos estamos equivocando con ellos. Se habla mucho de la desconfianza que puede haberles generado, como a cualquiera, los parones y cambios de criterio que se han vivido con AstraZeneca. Como es probable que vaya a insistirse por ese camino ahora que se repite el episodio con la vacuna de Janssen -seis trombos entre casi siete millones de vacunados y los plazos españoles de nuevo en el limbo-, voy a elevar una impresión personal a categoría de estadística: los cuatro vascos que siguen sin vacunar lo que quieren es vacunarse. ¿Cuando las cosas se aclaren? No, ahora mismo. Y con la vacuna de Janssen, la de AstraZeneca o la de Sputnik. Incluso con todas a la vez. Puede seguirse hablando del miedo de la gente, pero yo a la gente la noto más bien con ganas. Desdeñando el temor injustificado a veces por cultura científica y a veces por puro hartazgo. Estar hasta las narices puede ser mejor que ser valiente. Y, a medida que se avanza con la vacunación, en la calle las dudas dejan paso a una evidente hambre de vacunas. No es una estadística, es una intuición. Pero ustedes también lo han visto y cada vez se ve más. Esos mensajes con la cita para el pinchazo que se exhiben en el móvil con el orgullo con que se enseñan las fotos de los nietos. Esos hijos que publicitan y celebran que hayan vacunado a sus padres con el entusiasmo con el que presumirían de que los tienen a los dos triunfando en Broadway.

FONDOS

Plan del siglo

Pedro Sánchez presentó ayer el plan del Gobierno para gestionar los fondos europeos, el proyecto «más ambicioso de la historia reciente de España», una de esas oportunidades que «solo se presentan un par de veces en el siglo». Imagínenselo, con ese preámbulo yo me imaginaba que llegaba el anuncio, no sé, de la transformación de la España vacía en una megaciudad, la revolución robótica, la conquista y urbanización de la cuarta dimensión o el sistema nacional de genética y alquimia. Sin embargo, el presidente anunció que la mayor parte del maná que caerá del cielo de Bruselas mientras suben los impuestos será para coches eléctricos y rehabilitación de viviendas. Que no digo yo que no sea importantísimo. Pero, ¿qué costaría meter ahí algún proyecto imponente? Aunque sea solo para impresionar. Y dejarle al ciudadano con la esperanza de que el futuro es tan seriamente prometedor que ni lo entiende.

UCRANIA

Putin Soprano

¿Una persona que no vive estos días con tranquilidad? El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. Ese hombre ve cómo Rusia desplaza tropas a la frontera con su país mientras el viceministro ruso de Exteriores asegura que no van a invadir a nadie. Pero van a defender a los rebeldes prorrusos del Donbás. La amenaza responde al estilo de Putin, que recuerda tanto a veces al de Toni Soprano. Han llegado los barcos de la OTAN al Mar Negro. Sin duda, una guerra en el Este demostraría aquello de que el mundo iba a ser mejor tras la crisis del Covid.

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