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Donde haga falta. Como haga falta. El presidente Pedro Sánchez ha sido claro, rotundo y transparente desde que empezó esta emergencia que estamos padeciendo en todos los frentes: en los hospitales, en los hogares, en el comercio y la hostelería, en las empresas. Que sufren ... sobre todo los enfermos y quienes batallan por sanarles. Y que están sufriendo también trabajadores, autónomos, pymes y grandes empresas que pierden temporalmente ingresos y que, cargados de razones, ven el futuro con temor. Para todos, sin excepción, es para lo que nuestros gobiernos, todos, están tomando decisiones. Todos con el mismo objetivo, todos conscientes del calado, de los riesgos y de las oportunidades. Y todos los que nos dedicamos a la política deberíamos estar a la altura. En gobiernos y en oposición. En Euskadi y en Madrid.
Voy a recordar lo que parecen obviedades, pero que en algunas ocasiones parecen olvidarse: en este momento el objetivo primordial es parar la expansión de la pandemia, aliviar nuestro sistema sanitario, dar tiempo a quienes se están dejando la piel en cada hospital e intentar minimizar los daños que, sin duda, nos va a dejar esta experiencia. La más dura que jamás habríamos llegado a plantearnos en ningún lugar no ya de Euskadi o de España, sino del mundo que conocemos. A ver si a fuerza de repetirlo mucho nos queda claro el reto tan inmenso al que nos estamos enfrentando.
Por eso vengo asistiendo con bastante asombro a ciertos debates que se vienen reproduciendo en estas tres últimas semanas. Mechas que se encienden y se apagan a velocidad de vértigo. Yo intento escuchar muchas voces y, despejando el ruido, siempre oigo reflexiones pertinentes. Una de las que ha estado latente ha sido la del alcance de la paralización de la actividad productiva. A nadie se le escapa que, cuando el Gobierno dibujó el escenario que dio lugar al estado de alarma, que obligaba a definir las restricciones de movilidad, esta cuestión ya se valoró. Se tomó una decisión inicial y ahora se complementa con otra. Y -no es asunto ni mucho menos baladí- con garantías para los derechos de los trabajadores y de la negociación colectiva para encauzar la recuperación de las horas en el futuro.
Cuando a mí se me ha preguntado por esto en este tiempo, he venido repitiendo lo mismo, y lo mantengo: tenemos que dar la batalla al coronavirus y tenemos que pensar en el día después de que le ganemos. Si hoy se toma esta nueva decisión es porque se considera necesaria según los informes técnicos, los de los expertos, los que nos vienen guiando a todos y nos deben seguir guiando. Y si algo vengo defendiendo es que confiemos en nuestros gobiernos, en que cuando se adoptan medidas son conscientes de todas sus consecuencias y se inclinan por las más beneficiosas para vencer la pandemia. Eso me valía antes de ayer y me sigue valiendo hoy.
Así que es día de seguir manteniendo esa confianza, porque en medio de la zozobra hay signos de esperanza. No me perderé en otras cosas. Hace un par de semanas la discusión era si el estado de alarma se había comunicado antes a unos o a otros, a la semana siguiente los reproches fueron en sentido contrario. Hace un par de semanas se discutía si estábamos en un '155 encubierto' y se da la paradoja de que hoy el Gobierno vasco tiene más competencias que nunca en materia sanitaria porque puede tomar decisiones no sólo en la sanidad o en las residencias públicas, sino también sobre las privadas. Hace dos semanas se discutía si un servicio público, como el que puede ofrecer el Ejército en estos momentos, era o no bienvenido a Euskadi, y resulta que han realizado su trabajo con normalidad y que ha impulsado a que también aquí con nuestros recursos propios se hayan adoptado iniciativas similares de desinfección…
Creo que lo importante es saber mantener el rumbo. Fijado el objetivo, que es atajar la pandemia y aligerar la carga de nuestro sistema de salud, sigamos confiando los unos en los otros y colaborando los unos con los otros. Entre gobiernos y también de los gobiernos con la oposición y los agentes económicos y sociales. No hay obstáculos para el debate y la aportación, hay canales para proponer y acordar. También hay que saber escuchar, los unos a los otros, y no buscar en este momento denigrar al rival político, porque ya llegará el momento de competir.
Y, sí. Son muchas las incertidumbres. De esas no nos libra nadie. El Partido Socialista nació en medio de las grandes incertidumbres del siglo XIX precisamente para ir ofreciendo certezas y seguridades. Las hemos gestionado a lo largo del siglo XX. Y nos toca liderarlas en este gran mar de dudas y temores que se nos presenta, por segunda vez en dos décadas, en el siglo XXI. Nuestro reto es que de todo esto salgamos juntos, sin dejar a nadie atrás. Con cooperación y lealtad. Con prudencia pero con valentía. Tomando las decisiones que haga falta, donde haga falta y como haga falta.
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