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Nos pasamos la vida preguntando si habrá guerra. Y es que la guerra asusta -por algo es la mayor barbaridad que el ser humano comete con inusitada reincidencia- y su peligro acecha siempre. No hay minuto en la historia sin guerra y sin amenazas de ... guerra en algún lugar y por alguna cuestión irresuelta. Ahora mismo compartimos el calor y el relax veraniego con las noticias que anticipan elevado peligro de guerra entre Estados Unidos y Corea del Norte. Nos queda un poco lejos a los españoles, pero no importa: preocupa.
Quien más quien menos sabe que una guerra, y más si implica a Estados Unidos, siempre causa daños colaterales. La guerra que estos días alarma sería, si es que llega a estallar, una guerra absurda, tan absurda como otras muchas que la han precedido. Sobre el papel el conflicto que la podría justificar es tan obtuso como obtusos son los dos personajes, Donald Trump y Kim Jong-un, que la propician y pueden desencadenar. La solución es negociable y fácil. Con semejantes personajes al frente, todo se vuelve posible.
Bastaría con que los dos contendientes cerrasen el pico una temporada y que a cualquiera de ellos, ambos de gatillo fácil, no se le ocurra seguir haciendo tonterías estremecedoras que podrían acabar causando muchas víctimas. El peligro está en que las imprevisibles reacciones viscerales depende de dos aspirantes presuntamente psicópatas si un día se despiertan de un mal sueño. Uno, el coreano, buscando desesperadamente cómo mantener al pueblo encerrado en sus miedos.
Y el otro, el gringo, estimulado por las prisas de declarar una guerra que distraiga la atención de sus votantes del error de haberlo catapultado hasta la Presidencia. La geoestrategia que enmarca el conflicto es disuasoria como quiera que se analice. Ni a EE UU ni menos a China, el primer implicado indirecto, les interesa que de la refriega salga una península de Corea unificada. Corea del Sur ya es por sí sola una gran potencia tecnológica que inquieta cada vez más a sus competidores en los mercados occidentales.
Tampoco la guerra que se teme interesa a Japón por las mismas razones económicas pero también por su proximidad al conflicto. Seguramente los misiles que Corea del Norte ensaya con tanta irresponsabilidad de vez en cuando sean menos peligrosos de lo que se asegura, pero en cualquier caso verlos sobrevolar sobre las propias cabezas a nadie tranquiliza. Ni a Taiwan, que en el estatus actual de la zona resiste y prospera a pesar de su aislamiento y de la amenaza constante de su vecina.
Queda la pequeña isla de Guam, sobre la que pesan más riesgos. Pero Guam, importante por la concentración militar norteamericana que alberga, a la hora de negociar o de defenderse poco o nada cuenta. A sus 150.000 habitantes, muchos de ellos chamurreando aún el dialecto que les quedó como herencia española, sólo les queda rezar y confiar en que al final la sensatez por una vez se imponga.
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