El miércoles fue un día de mucho golpismo. Horas después de que en Alemania detuviesen a veinticinco miembros de un grupo de extrema derecha que planeaba asaltar el Bundestag, en Perú detuvieron al presidente Castillo tras anunciar el Gobierno de excepción y la disolución del ... Parlamento. Los golpistas alemanes estaban liderados por un príncipe mitad nazi y mitad conspiranoico que se llama Heinrich XIII y ha sido repudiado en términos familiares por Heinrich XIV. Entre sus compinches, militares y una jueza. También un chef y un tenor. La selección de personal la hacía al parecer un adivino percibiéndole al candidato la fiabilidad. El grupo escondía armas. En Perú, en cambio, Pedro Castillo debió de pensar que un autogolpe es como una autobiografía o una autocrítica: algo que haces tú solo. Eso explica que terminase pronto esperando al juez como quien espera al peluquero: hojeando un número de la revista 'Caretas'. «Es la única vez que se le ha visto leyendo, aunque fuese para la foto», escribió al instante Carlos Cabanillas en la edición digital de la misma revista.Las buenas noticias son que los totalitarios están detenidos. La novedad, que entre nosotros se impone la necesidad del golpismo comparado. ¿Será lo de los alemanes ensoñación, al aparentar, como sus primos de QAnon, la estabilidad mental de unas maracas? ¿Y cómo va a ser lo de Pedro Castillo un golpe de estado si dijo que cerraba el Parlamento por «reclamo popular»? Todos sabemos que cumplir el mandato popular no es delito. Es democracia. Menos mal que, ante el silencio de teóricos como Monedero, Yolanda Díaz se felicitó ayer de que Castillo fracasase. «Siempre a favor de las reglas constitucionales», aseguró. Y quizá se fue a preparar la maleta. Es que el lunes está anunciada en Buenos Aires -junto a Evo Morales, Rafael Correa, Baltasar Garzón o Zapatero- en un acto de apoyo a Cristina Kirchner. Con «pueblada» en la calle y todo. Hay que fortalecer las instituciones en tiempos de extremismos seductores. Por eso una vicepresidenta de España viaja a un país democrático a respaldar a una gobernante histriónica que, al segundo de ser condenada por corrupción, no anuncia que apela la sentencia sino que es una víctima indefensa en manos de la mafia judicial.
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PP
En 2015, cuando Ciudadanos apretaba, se dio en el Partido Popular un profundo reposicionamiento. Mediante sofisticadas técnicas de análisis político, los estrategas de Génova detectaron que el partido de Albert Rivera se llamaba 'Ciudadanos'. Y entonces en el PP comenzaron a llamarse a sí mismos 'Populares'. Siete años después, Ciudadanos no respira y Rajoy ha cambiado la política por el columnismo cuatrianual. Pablo Casado, el sucesor, tampoco está. Y parece que ha llegado el momento de que los populares se adapten a los nuevos tiempos y cambien su identidad por la del Partido Popular mientras retocan el grafismo y suprimen los colores del charrán, que no es charrán sino corazón. El nuevo logo ya luce en la fachada de Génova, sede de la que Pablo Casado intentó deshacerse en otro gran momento de comunicación política, cuando se nos intentó convencer de que no hay mayor expiación que una mudanza.
TVE
Ahora sabemos que lo de llevar la NASA española a Sevilla fue un movimiento de distracción para ocultar lo realmente decisivo. Como si no fuese ya inadmisible que Ramón García no dé las campanadas de Nochevieja, en TVE sustituyen este año también a Anne Igartiburu. Y ponen a los Morancos. Además de un ataque sin precedentes al autogobierno vasco, la decisión excluye a la televisión pública de la discusión familiar por el visionado de las campanadas. No hay vuelta atrás. Se decidirá entre las uvas con Ibai y el dichoso vestido de Pedroche.
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