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Con ‘Gilda’ llegó el escándalo. No sé muy bien si fue por el famoso tortazo que Glenn Ford le soltó a Rita Hayworth, o por el sensual baile con desnudo de brazo incluido, lo que en la mente del personal se tradujo en un estriptis ... en toda regla. Me inclino a pensar que es por lo segundo. Sea cual fuere, la película de Vidor no estuvo exenta de polémica. Sabido es que en España se organizaron toda una retahíla de actos en contra de su estreno y exhibición, con piquetes de férreos católicos, lanzamiento de huevos y pintura, además de la prohibición por parte de las autoridades eclesiásticas, bajo amenaza de tener que responder ante el ‘Tribunal de Dios’, como dijo algún prelado. Vamos, todo un espectáculo de fuegos artificiales de la moral.
Sin duda, algo ha pasado desde que los hermanos Lumière crearan el cinematógrafo. El cine nos presenta espectáculo, relato, historias, narración, vida, arte, al fin y al cabo. Sea dramático, cómico, de ciencia ficción, porno o religioso. Pero, en algún momento, ha habido una vuelta de tuerca que ha producido que muchas, muchísimas personas, de todas las edades, lugar y condición, se autoproclamen figuras estelares de cartel, y hagan una especie de cine (pero sin serlo) con el relato de su vida y acontecimientos como argumento principal. Lo que antes se mostraba como ficción solo en las películas, ahora corre como la pólvora en todas las redes sociales, así sean sucesos horrendos y deleznables, dignos merecedores del cuarto oscuro.
Y mira por dónde, que es precisamente la televisión de la iglesia, la que protege los valores humanos, cristianos, católicos apostólicos y romanos, emite recortes de la ‘película’ de la violación de Sanfermines con la ‘Manada’ como estrellas principales, aunque no la única que han protagonizado, según dicen. Más tarde, unos jugadores de fútbol, estrellas y ejemplo para muchos chavales, realizan otro film con abusos a una menor… y así podríamos hacer una lista con los estrenos cinematográficos más relevantes de los últimos tiempos. Toda esta serie de acontecimientos se graban y emiten en Instagram, Twitter, Facebook, Youtube, Whatsapp… Sin pagar entrada. Tal parece, que la corriente arrastra a ver quién emite la burrada más grande, con la esperanza de poder conseguir el tan ansiado Oscar.
Pero no nos confundamos. Esta tendencia por el séptimo arte no se arregla poniendo una denuncia un día sí, y otro también, a todo aquello que a ‘alguien’ le suene mal, con la consiguiente falta de libertad de expresión, a sabiendas de que este es un tema espinoso. Una de las acciones primordiales que habría que llevar a cabo pasaría por aprender a discernir qué es cine, arte, y qué no; qué es respeto y qué no; qué es ficción, y qué no; qué se puede hacer sin dañar al de al lado, y qué no. En definitiva, aprender a discriminar la información, sin tener que censurarla. No es un problema exclusivo de los más jóvenes, como algunos quieren hacer creer. Personas bien adultas han opinado sobre los vídeos referidos, e incluso han afirmado que esas mujeres agredidas se lo pasan bien. Mucho porno han visto estos, y nada han vivido, pues todavía no se han enterado cómo va lo del placer sexual en una mujer.
No obstante, en esto de la filmografía no se puede pasar por alto la cantidad de dislates que algunas mujeres graban, con el objetivo de ser como ‘Gilda’, (mal) queridas y (mal) admiradas por los hombres. Si bien, no deberíamos mezclar ambos asuntos. Pues, como siempre, la peor parte se la llevan las mujeres, indudablemente.
Es curioso, y ya que tenemos a San Antón tan cerca, que se prohíba exhibir el cerdo, (o cerda) con las consiguientes protestas en aras de su dignidad y del estrés que sufre el animal y, sin embargo, tengamos que tragarnos, un día, sí, y otro también, reseñas sobre las ‘películas’ de agresiones. El colmo es cuando alguien se pone en plan ‘spoiler’, (ya saben, el que se chiva quién es el asesino en una trama de Agatha Christie) y nos cuenta el final de la historia, tal y como he oído recientemente: «se ven tocamientos y algunas tonterías de esas, pero nada más». O sea, que la peli no merece. Mejor, compren entrada, vayan al cine, y a ser posible, no hablen ni con el acomodador.
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