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El lehendakari Iñigo Urkullu acusa a Elkarrekin Podemos y a EH Bildu de que, en materia presupuestaria, no defienden exactamente las mismas cosas en la Comunidad Autónoma Vasca que en Madrid e incluso en la Comunidad Foral Navarra. ¿Tiene razón? Sin duda. ... En consecuencia, les acusa de ser incoherentes. ¿Sigue teniendo razón al hacerlo? Aunque pueda parecerlo a primera vista, creo que no la tiene en absoluto.
Para entender si es coherente o congruente defender postulados presupuestarios que no son del todo idénticos en espacios políticos diferentes, conviene aclarar en primer lugar en relación a qué principio de igualdad de trato se determina la congruencia, porque el principio de igualdad posee significados diferentes. La igualdad formal o igualdad ante la ley exige tratar a todos por igual, sin admitir discriminación alguna. La igualdad material, en cambio, admite hacer distinciones en el trato, y por lo que aboga es por tratar por igual a quienes son iguales y de forma desigual a quienes son desiguales.
Partiendo de esta premisa, habría que examinar si la realidad sociopolítica que reflejan los resultados electorales y la correlación de fuerzas que existe son idénticas en los distintos espacios políticos o son diferentes; de forma que se puedan o no legitimar tratamientos diferenciados. Si fueran las mismas, la congruencia exigiría que dichos partidos demandaran de Urkullu exactamente lo mismo que demandan de la presidenta navarra, Uxue Barkos, o de Pedro Sánchez. ¿Es esta la situación? Claramente no. El mapa político navarro y el de Madrid se caracterizan por la fuerte presencia de una derecha dura y beligerante, una derecha muy dogmática en su defensa de los planteamientos neoliberales en lo económico, pero a la vez muy poco liberal en lo político y poco sensible frente a las restricciones de derechos y libertades.
Frente a lo que sucede en la sociedad navarra o en la española en general, en la Comunidad Autónoma Vasca este tipo de planteamientos antiliberales, de 'derecha dura', sólo tiene una acogida residual en el electorado. Y no sólo entre los electores; también en el seno de los propios partidos. Es habitual que dirigentes vascos del Partido Popular defiendan en el seno de su formación planteamientos menos radicales, menos antiliberales que otros dirigentes. En resumen, hay discursos políticos que tienen mucha mejor acogida en Iruña o en Madrid que en Gasteiz y son diferentes no sólo los relatos, sino también las agendas de las mayorías sociales, tal y como estas se expresan electoralmente.
Si el espacio electoral de las derechas duras es, a día de hoy, marginal en Euskadi, por contra, los resultados electorales revelan el carácter netamente mayoritario de aquellas opciones que, al menos en otros lugares, tienden a identificarse con el espacio del cambio. Las fuerzas que se autodenominan de izquierdas, Elkarrekin Podemos, EH Bildu y PSE, superan en votos a las que no, PNV y PP; por escaso margen en las elecciones autonómicas (48-47) y por goleada en las generales (56-37).
Sin embargo, esta preferencia de la sociedad vasca por las opciones que se autodenominan de izquierdas carece ahora de traducción política en el ámbito institucional. Si no se tienen en cuenta factores como la interferencia de la 'cuestión nacional' y de la actividad paramilitar padecida durante décadas, resultaría complejo explicar la hegemonía social de un PNV que gobierna con absoluta comodidad en prácticamente todas las grandes instituciones vascas; e incluso en la Comunidad Foral Navarra, donde el respaldo ciudadano a este partido es casi testimonial.
Si admitimos que se trata de espacios sociales diferentes, con dinámicas diversas y mayorías sociales no homologables, entonces es también razonable e incluso exigible que los partidos modulen su acción política y sus exigencias presupuestarias a las reclamaciones de la mayoría social y a la correlación de fuerzas que existe en cada uno de esos espacios. Si los partidos reclaman en cada espacio lo mismo, sólo podrán pedir el mínimo común denominador y, en consecuencia, las políticas y los presupuestos a defender serán los que impone el espacio que avanza más lento; de forma que, aunque Euskadi posee una mayoría social de progreso y una correlación de fuerzas más favorable a desarrollar políticas de recuperación de derechos, deberá conformarse con realizar sólo aquellas políticas fiscales y sociales susceptibles de implementarse en espacios más adversos.
Resumiendo, creo que la congruencia no supone que los partidos políticos defiendan idénticas reclamaciones presupuestarias en Gasteiz y en Madrid; de hecho, creo que exige lo contrario. Creo que no hay peor médico que aquel que aplica las mismas recetas sea cual sea el diagnóstico. Considero que lo que es incongruente es que un partido defienda cuando le conviene los pactos de geometría variable y, sin embargo, exija a los demás la receta del 'café para todos, poco café'.
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