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El personaje de Georges Brassens en su canción 'La mala reputación' recordaba un poco a Patxi Andión, tan inconformista e indómito como sofisticado y peculiar en sus gustos literarios y musicales. Además, lo de la mala reputación también se ajustaba a su mal encaje en ... el pop melódico español de los 70 o incluso a su perfecto rol en un malditismo tan incompatible con la censura del franquismo como intolerable para la fórmula comercial de las discográficas. Pero no era Patxi Andión un tópico musical de la canción protesta española, un urdidor vocal y metafórico de militancias e ideologías, sino más bien un verdadero cantautor de inquietudes variadísimas, de composiciones y arreglos musicales finísimos, de convicciones firmes, de preocupaciones sociales enraizadas en el desarrollismo o de recalcitrancias políticas nacidas mucho más allá de la izquierda.
Gran tipo y excelente artista Patxi Andión, un poco moralista en sus letras, casi como Brassens, un mucho transgresor de las normas y también un creador expresivo de voz ronca, de amplios registros y de enormes vivencias. Fue siempre, en todo momento, coherente, culto, libre y de refinada intuición musical y cultural, ya fuera cantautor, actor de cine, protagonista del papel cuché o también símbolo de la lucha contra la dictadura salazarista en Portugal, de donde lo expulsó a empujones la PIDE. Si no hubiera vuelto de Francia a finales de los 60, hoy sería allí una 'vaca sagrada' de la 'chanson française'. Una pena, por eso, que a nuestra vertiginosa posmodernidad o a las radiofórmulas y al streaming ya no les importe mucho la genial obstinación musical de un gran irrendento.
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