Ganas de ser polaco
Furgón de cola ·
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Furgón de cola ·
Abascal se rodea de líderes internacionales y de muñecos de cera nacionalesVox va perfeccionando su gran acto del año y ya está claro que el 'Viva' es una mezcla entre la fiesta del PCE y el Alderdi Eguna. Solo que al revés, por razones obvias. Este año la cosa se celebró en el Madcool y la ... política se combinó con los conciertos y algo llamado «homenaje a la historia de España». Si el concepto es extraño, la materialización fue peor: gente con pelucones del chino haciéndose pasar por Alfonso X, Cánovas o el Cid. Quedaba entre la feria medieval y el Burning Man ese famoso cuando ya ha subido el ácido. Los personajes históricos -también Pizarro, Elcano, Feijóo, pero Benito Jerónimo, el bueno, el original- terminaron formando detrás de Abascal como forma la Mesa Nacional detrás de Otegi.
Hacían pensar en un museo de cera cobrando vida. Y era gracioso hasta que te enterabas de que ahí estaba Juan Ramón Jiménez. Representando a Huelva. O sea, Míster Huelva. Piénsenlo: un fulano disfrazado de Juan Ramón en medio de un mitin. Puede que no haya sufrido España un ataque semejante desde el referéndum catalán. Hablando de referéndums, el domingo Abascal pidió un montón. Ya se sabe que nunca salen mal. Le acompañaba el presidente de Polonia, Mateusz Morawiecki, que dijo que de no ser polaco le gustaría ser español. Abascal respondió que a él le gustaría ser polaco en el caso ciertamente imposible de que no fuese español. A la hora de argumentar esos deseos asombrosos, Abascal aludió a los húsares alados venciendo «al turco» en Chocim.
Morawiecki cimentó en cambio sus ansias de españolidad sobre algo más simple y verdadero: el efecto que causa Julio Iglesias en las señoras. Entre los líderes que enviaron mensajes de apoyo a Vox, Orban y Meloni. Y Donald Trump, a quien veíamos hace una semana felicitar a Bolsonaro por su «trabajo absolutamente increíble» desde lo que parecía un avión privado. Pues ayer le vimos felicitar a Abascal por su «increíble trabajo» en el mismo avión y con la misma ropa. Se conoce que Trump aprovechó un vuelo para quitarse curro. Fuera los apoyos a esa gente del extranjero: Brasil, España, África en general. Con gran pertinencia onomástica, eso sí, Trump a Abascal no parece llamarlo 'Santiago', sino más bien 'Sandiego'. Como San Diego, California.
Covid
Desde la huida de las ciudades al campo hasta la rutina de las clases 'online', el fin del efectivo o la generalización de las reservas incluso para tomar café: el coronavirus iba a cambiar muchas cosas para siempre. Pues parece que no. Nuestra vida tumultuosa, presencial, improvisada y en metálico no ha tardado en regresar. Quizá lo único que ya no funcione como antes sea el saludo con besos. Una vez desaparecido el aparatoso choque de codos, triunfa el apretón de manos, gracias generalmente a que las mujeres se anticipan y extienden el brazo con eficacia, resolviendo así cualquier duda. Me refiero por supuesto al encuentro profesional, civil, protocolario. Cuando hay confianza, descuiden, todo sigue igual: besazos, estrujamientos, friegas en los brazos, bofetadas, puñetazos, pinzamiento de michelines, cachetes en el culo y comentarios invariablemente ofensivos sobre aspecto, aroma y tonelaje. Que no somos japoneses.
Uganda
Utilizar las redes cuando se ha estado de fiesta es peligroso. Casi siempre por el lado romántico. Si lo que tuiteas no es tu intención de conquistar un corazón, sino la de conquistar Kenia todo es peor. Especialmente si eres el jefe de el Ejército de Uganda. Y el hijo del presidente. Le ha pasado a Muhoozi Kainerugaba, un chaval de 48 años. Anunció el ataque en dos semanas. Y rectificó en el siguiente tuit: no, espera, ¡una semana! Casi puedo oírle confuso pero entusiasmado, buscando el colofón en el teclado. ¿Pero dónde está el emoticono de invadir?
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