Me pasé este último verano buscando melones excelentes, se ha vuelto muy difícil encontrarlos. Lo mismo ocurre con los melocotones o con los albaricoques. La fruta cada vez es de peor calidad. Llegó el otoño y me las vi y me las deseé para encontrar ... auténticas mandarinas. ¿Qué le estamos haciendo a la fruta? Los nutricionistas y todos los expertos en alimentación recomiendan que comamos fruta, pero la fruta ya no existe. Ese es el problema. Si volviera la fruta tal como era hace cincuenta años, la gente comería fruta encantada de la vida. No encuentro uva moscatel en ninguna frutería de Madrid. ¿Ya no existe esa variedad? Es uva amarilla y dulce, es la mejor uva del mundo. Ahora hacen una uva sin pepitas que no sabe a nada. Lo dicho: la fruta está desapareciendo. Las peras son duras como piedras, las manzanas parecen patatas. Las fresas son ásperas y ácidas. Las naranjas parecen salchichas Frankfurt.

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Y qué decir de las verduras. Para encontrar una judía verde tierna tienes que hacerte traficante de verduras. Y los tomates se han transformado en bolas rojas de goma pegajosa. Menos mal que en Aragón aún se conservan las borrajas, que es una de las verduras más exquisitas de la tierra. Que no podamos comer frutas y verduras de verdad nos envenena el alma. Nos quieren alimentar con pienso. La gente se entrega en manada a comidas asquerosas como las patatas fritas o las pizzas o los fideos chinos o los hot dogs. La dieta mediterránea se basa en la exaltación de los productos naturales. Sin dieta mediterránea, un español se muere de pena. Hace años que no como higos como los que presidieron mi infancia. Los higos que venden en las fruterías no tienen nada dentro, una masa blanca sin sabor. Los seres humanos al final nos convertimos en las frutas y verduras que comemos: en algo insípido, anodino, industrial, comatoso. No nos morimos de hambre, eso es verdad. Pero nos moriremos de tristeza y de obesidad. Las espinacas, los calabacines, las berenjenas, son el lujo de los campos. Los pimientos son especialmente enigmáticos. Mucha gente no sabe ni qué son las acelgas, esa verdura de los ángeles. Si no sabes qué son las acelgas, te puedo asegurar que tu vida es una porquería. Porque las acelgas, si se saben cocinar, son una de las comidas más maravillosas del universo. En las acelgas yace desnudo el misterio de la vida, el misterio de la levedad, el misterio de la humildad y el misterio de la bondad. Mi madre hacía las mejores acelgas del universo conocido. Las acelgas jamás crean grasa en los cuerpos humanos. Entran en ti con delicadeza. Besan tus órganos. Se depositan en tu estómago con una ternura infinita. Entran en tu sangre y se derraman en tu interior bajo una forma de energía blanca, suave, musical. Las acelgas son la comunión de los santos. Las acelgas son el Mediterráneo. Las acelgas son la tierra. Las acelgas son el bien absoluto.

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