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Como en cualquier orden de la vida, también en política, las formas condicionan el fondo y desvelan en muchas ocasiones pretensiones ocultas o diferentes a las que se dice perseguir. Tras las elecciones generales, Pedro Sánchez ha manifestado repetidamente que vista la voluntad mayoritaria expresada ... por la ciudadanía, favorable a la formación de un gobierno progresista, su objetivo prioritario sería siempre satisfacer esa demanda mediante un pacto con las fuerzas progresistas y hacer lo necesario para evitar unos nuevos comicios. Dar satisfacción a esta voluntad mayoritaria significa lisa y llanamente aceptar el pacto con Unidas Podemos como requisito 'sine qua non', además de conseguir la abstención o el respaldo de otras formaciones, entre ellas del PNV.
Es cierto que Sánchez, embriagado por un electoralismo cortoplacista, ha pretendido estos meses enredar con otro escenario distinto al anterior consistente en pactar la abstención del PP y Cs. La negativa de estas formaciones ha dejado la situación donde quedó la noche electoral: pacto con UP o elecciones.
Si desde el PSOE de verdad se quieren evitar unos nuevos comicios se ha de asumir con honestidad que Podemos resulta imprescindible para articular un pacto que responda a la demanda expresada el 28-A. Interiorizar esta situación respecto a un aliado político que no deja de ser un adversario electoral es el gran problema del PSOE, que ha actuado estos cuatro meses en clave prioritariamente electoral, pensando que es el grupo de Iglesias quien necesita el pacto para evitar el descalabro que le supondrían unos nuevos comicios, donde los socialistas, creen, saldrían muy fortalecidos. Es esta expectativa la que está condicionando realmente su proceder, hasta el punto de interiorizar una investidura fallida como un activo electoral de su candidato.
Por otra parte, si de desde Podemos de verdad se quiere realizar un pacto de gobierno con los socialistas es imprescindible que asuman realmente la representación que ostentan, ni más ni menos, que actúen conforme a ella y formulen pretensiones que resulten razonables tanto para la opinión pública como para la contraparte. La actuación desarrollada hasta ahora en el proceso de investidura ha sido errática e ingenua, carente de una mínima estrategia eficaz, situando los problemas en cuestiones del reparto del poder más que en los asuntos programáticos. Algo impropio para quien vino a la política esgrimiendo la confrontación entre la 'gente y la casta' que para ellos representaban los partidos del régimen.
Si analizamos cómo ha abordado hasta ahora el PSOE la investidura, atribuyendo a los demás la responsabilidad del apoyo a su candidato, llegaremos a la conclusión de que lo prioritario para este partido ha sido descargarse de responsabilidades ante la eventualidad de un fracaso. Si Sánchez quisiera lograr un acuerdo antes del 23 de septiembre no habría presentado públicamente la propuesta para un programa común de gobierno. La escenografía y demás ingredientes del acto tienen una pretensión electoral evidente. Desde luego no estaba pensado para facilitar el diálogo y el acuerdo de investidura. Si en nuestra comunidad las negociaciones para lograr los acuerdos de gobiernos de coalición se hubieran propuesto y trabajado conforme a este patrón, tengan por seguro que no se habrían suscrito. Ese es un elemento diferencial que distingue actualmente a la política vasca de la española. Un activo que es apreciado por los vascos y es reconocido también por muchos ciudadanos de otras comunidades.
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