El final del furano

Furgón de cola ·
Se sofoca el incendio de la escombrera y se levantan las medidas preventivas hasta nuevo aviso

Pablo Martínez Zarracina

Sábado, 22 de febrero 2020, 01:55 | Actualizado 15:10h.

A fuerza de interpretar señales de humo preocupantes, a los vecinos de Ermua y Eibar se les está poniendo un gesto muy serio y reconcentrado, como de indio cheroqui o arapahoe. Bueno, en realidad cabe la posibilidad de que el gesto sea solo cosa del ... cabreo. Y del cansancio. Y del temor. Llevan semanas sometidos a una montaña rusa de noticias preocupantes. Primero parecía que se había desprendido un talud sobre la AP-8. Más tarde resultó que no era un talud sino un vertedero, pero uno de material no peligroso. Horas después, había allí amianto. Amianto cerca de unas llamas. ¿Qué más podía salir mal? Pues que, pasados unos días, se supo que la combustión de los plásticos estaba dejando un rastro de dioxinas y furanos en el aire. Así llevamos dos semanas. Ya nos sale lo de la dioxina y el furano del tirón. Son esas sustancias para nosotros como Romina y Albano, pero a nivel micromolecular. No ha contribuido a la tranquilidad de las localidades del entorno del vertedero que la noche del jueves, justo el día en que el Gobierno vasco levantó la alerta sanitaria con las mediciones de calidad de aire en la mano, cogiese de nuevo fuego la escombrera. Y volviese la alerta al barrio de San Lorenzo, en Ermua.

Es otra cosa que nos sabemos de memoria, lo de la alerta: no abrir las ventanas, no ventilar la casa, no hacer deporte al aire libre, no ir tampoco respirando por ahí a lo loco. Ante el mareo de alertas y desalertas, de incendios y extinciones, los vecinos de la zona explican que ellos, por si acaso, levantan la persiana y, antes de abrir la ventana, miran en dirección al infausto vertedero como intentando verle las intenciones a la atmósfera o como si pudiesen detectarse a simple vista las dioxinas y los furanos, tranquilizándose uno al comprobar que eso que viene hacia aquí como un 'stuka' es solo un gorrión y no alguna sustancia cancerígena muy gorda. Ayer el incendio en la escombrera volvió a sofocarse. Y la alerta en San Lorenzo volvió a desactivarse. A ver cuánto dura. Se sabe que los fuegos en estos casos tienden a ser puñeteros e insistentes. En el entorno del vertedero se necesita una temporada sin malas noticias. «¿Que si va a haber riesgos? La vida es riesgo», decía ayer el pobre alcalde de Ermua transmutado por las circunstancias, no sé, en Chuck Norris.

Carnaval

Nuevos pecados

También disfrazarse en carnaval es peligroso. Algunos disfraces ofenden. Subo la apuesta: si se quiere, todos los disfraces ofenden. ¿Cuál es el más inocente? ¿El de karateka? Pues ponerse un kimono e ir por ahí lanzando gritos y haciendo la garza como Daniel-san es humillar a los verdaderos karatekas, gente que se esfuerza al máximo y asume los mayores desvelos por mejorar en un deporte al que aman profundamente. Por no hablar de la burla a una tradición centenaria, al Japón en general y a las islas Ryukyu en particular. Hay que ser mala persona para disfrazarse de karateka. ¿Lo ven? Pues así con todo. El disparate puede sin embargo jugar a favor del carnaval, que siempre necesitó normas severas que transgredir y jerarquías que cuestionar. Ahora que la Iglesia ya no pinta mucho en eso, surge la ocasión de hacer nuevas barbaridades. Y disfrazarse, qué sé yo, de directora general de Diversidad Racial blanca.

Estados Unidos

Versión larga

A Trump le sucede lo contrario que a esos futbolistas que son buenos solo en los resúmenes. Él se vuelve increíble en la cobertura extendida. Sus mejores jugadas no le hacen justicia. Así se meta con 'Parásitos' o con Brad Pitt, así desee que vuelvan películas como 'El crepúsculo de los dioses', pasando por alto la escabechina que Billy Wilder podría hacer, de volver, con su persona. A Trump hay que intentar verle un rato largo. Mezcla el tertuliano de 'reality' y el niño de ocho años. Estremece. Que nos hayamos acostumbrado es increíble.