El fenotipet

A Anna Erra, que salió enseguida a disculparse, le está cayendo la del pulpo. Yo, sin embargo, siento hacia ella la máxima solidaridad. Lo hago en base a una vieja anécdota familiar. Al parecer, jugando de niño en una plaza me acerqué a un chiquillo negro y le pregunté dónde había nacido. Él me contestó que en Barakaldo y yo, que esperaba como poco Tombuctú, le dije que no podía ser.

Ya lo ven: al igual que Anna Erra, pensaba que uno nacía y al instante era moldeado físicamente por la verdad nacional. Cierto que yo tenía, no sé, cinco años. Y que ya se veía que no iba a llegar a alcalde. A favor de la alcaldesa de Vic, también hay que reconocer que, si tú ves venir a alguien que siendo de día viste todo de negro, usa gafas de pasta e intenta con la mayor modestia contener la superioridad que inevitablemente exuda, pues sabes al instante que ahí viene un catalán. Pero eso no es biología. Solo es diseño. El experimento definitivo para sacar a Anna Erra de su error consiste, por supuesto, en ponerle una peluca a Andreu Buenafuente y comprobar que es indistinguible de Carles Puigdemont. Y Buenafuente es autóctono catalán, pero la genética le viene de la parte de Almería. Conclusión: no hay fenotipet. Por más que Jordi Pujol, en su obra de juventud, contrapusiese a los catalanes con los andaluces. «Hombres poco hechos», en su opinión. Hay que recordar que los señores bajitos se ponen siempre al frente de las teorías raciales por una razón simple: saben que tendrán problemas si se encargan los demás de la eugenesia.