Historia y felicidad. Fueron las dos ideas con las que el Gobierno envolvió ayer la aprobación en el Consejo de Ministros de la llamada 'ley trans'. Por un lado, el momento histórico. Por otro, el Gobierno que amplía las oportunidades de felicidad y será recordado (¡ ... la historia!) por acercar la felicidad a la ciudadanía. Lo resumió el ministro de Justicia: «Creo que podemos llevar felicidad, ese contentamiento de vivir que es lo que nos debe de motivar a los que estamos implicados en la vida».

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Sin embargo, la nueva ley que permite entre otras cosas la libre determinación de género no parece hacer feliz a buena parte del movimiento feminista. Carmen Calvo, por ejemplo, que estará implicada en la vida pero no debe de tener contentamiento. Cuando le preguntaron por la vicepresidenta, la ministra Montero disimuló e insistió en que su ley es feminista. Pues más voluntarismo. Porque ni siquiera en eso hay acuerdo. El enfrentamiento entre las feministas clásicas que opinan que la biología no es una opción y las partidarias de la teoría 'queer' está siendo furibundo, violento y personal. Presenciándolo, yo he llegado a sentirme estafado masculinamente hablando. Como si a los tíos nos hubiesen timado con lo de que teníamos que ser sensibles y no escudarnos en la agresividad. Como si fuese un truco femenino para quedarse con el 'saloon' y pasárselo en grande organizando sus propias peleas tumultuarias: locas trifulcas con botellazos, mesas que se rompen y rivales (¡Laura Freixas! ¡Liz Duval!) que salen volando a través del ventanal.

Lo extraño es que, siendo la 'ley trans' tan histórica, su debate público esté siendo tan ridículo. Oscila entre la casuística chiflada (parece que va a haber miles de hombres musculosos cambiándose de sexo para triunfar en el deporte femenino) y la escolástica delirante de quienes hacen de la ideología una religión y de la discrepancia una herejía. El modo en que la furia colinda con el laberinto teórico hace pensar en la 'ley trans' como en una especie de triunfo en una pedantísima controversia académica. Las leyes sin embargo deberían servir para operar en la realidad con objetivos pragmáticos, cuidadosos y mensurables. La felicidad no lo parece. Entre las formulaciones cobistas que se le aplicaban a Stalin, estaba precisamente esa: Gran Jardinero de la Felicidad Humana.

MORENO

Rockefeller

La Guardia Civil ha perdido la oportunidad de llamar 'Rockefeller' a la operación que ha terminado con José Luis Moreno detenido junto a otras personas por estafa y blanqueo de capitales. La operación se llama 'Titella', títere en catalán, que también está bien y hace pensar en que Moreno ha sido un ventrílocuo de la vieja escuela, como Erich Von Stroheim en 'El gran Gabbo': alguien que sabe que su oficio consiste en resultar más inquietante que sus muñecos. A ese respecto, eran fascinantes aquellas entrevistas que veíamos con frecuencia hace años: José Luis Moreno contando desde alguna mansión áurea e inenarrable, probablemente en batín, que triunfó en el mundo de la ópera y fascinó con su voz a la reina de Inglaterra aunque después se hizo neurocirujano por las cosas de la vida... Que nadie interrumpiese aquellos delirios junto a la piscina, bajo la lámpara de brillos austrohúngaros, entre los gigantescos cuernos de marfil, para decirle que no podía ser verdad resultaba fascinante. Como si el ventrílocuo fuese además hipnotizador. Debería tenerlo en cuenta el señor juez.

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CATALUÑA

Los conceptos

Dejando a un lado que la mesa de negociación entre el Gobierno central y el Govern lleva formada casi año y medio, una de las cosas que se podría hacer en ella ahora que todo vuelve a comenzar es aclarar conceptos. Resulta fundamental para discutir con aprovechamiento. ¿De qué hablamos exactamente? Lo digo porque ayer Oriol Junqueras soltó que el Tribunal de Cuentas le pide dos millones de fianza, pero no por emplear fondos públicos de modo irregular, sino por «haber defendido la democracia». Les sonará. Es la reedición del famoso «votar no es delito». Pues bien, a mí me parece que el Gobierno central debería ser cortés y ofrecerse a aceptar esa forma de pensar siempre que sea constante y funcione en todas las direcciones, de modo que el Govern se comprometa a que en adelante en Cataluña amenazar a alguien de muerte sea organizar un conjunto de palabras con autonomía sintáctica, robar un coche sea emprender para garantizarse uno mismo la movilidad y traficar con cocaína sea facilitarle al prójimo al 33% el sueño triple y loable del sexo, drogas y rock and roll.

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