Factor fiesta

Ayer se supo que, tras desalojar el sábado la nave de Llinars del Vallès en la que cientos de personas celebraban una 'rave' desde Nochevieja, los Mossos tuvieron que ocuparse de un grupo que se había ido con las autocaravanas a un pueblo cercano para seguir la fiesta. Los irreductibles eran en su mayoría franceses, italianos y belgas. Eso demuestra la solidez fraternal del proyecto europeo, pero también lo permeables que resultan los controles y las restricciones en tiempo de pandemia. Es un problema, pero no un error: es más bien una sociedad abierta adaptándose a una prueba excepcional. La fiesta de Llinars -en algún momento hubo allí hasta ochocientas personas- se toleró durante casi cuarenta horas. Los Mossos no actuaron de inmediato por motivos sanitarios y de proporcionalidad. Cuando el sábado comenzaron a desalojar la nave, una joven con el torso desnudo intentó parlamentar, demostrando por qué el verbo 'rave' significa precisamente decir cosas inconexas y sin sentido, o sea, desvariar.

El problema no es, por supuesto, la salud de los juerguistas: un organismo capaz de aguantar tres días bailando debe de escandalizar por su pujanza tóxica hasta a un coronavirus tipo dos. El problema es lo que puede pasar cuando los 'ravers' dejan la nave y se diseminan por el mapa. Recordar cómo funciona el crecimiento exponencial de una epidemia debería matizar bastante las ganas de salir. Pero qué va: ayer la Policía desalojó en Madrid una sauna en la que trescientas personas seguían de fiesta. Por buscar el lado bueno de las cosas, señalemos que, por ahora, no se tiene noticia de que en la nave, o en la sauna, hubiese un solo eurodiputado.

Salvador Illa decía ayer en 'La Vanguardia' que se ocupará de sus tareas como ministro hasta que empiece la campaña catalana y se convierta en candidato. Qué anuncio asombroso. Hacía pensar en un candidato que llega a la sede electoral la víspera del comienzo de la campaña pidiendo que le pongan al día: «Bueno, ya estoy aquí. ¿Qué me contáis?» Eso no va a pasar, claro. Lo demostró ayer mismo Illa al participar en un acto del PSC en Barcelona y mitinear sobre cómo hay que terminar en Cataluña con los bloques y el fanatismo, etc. O sea, que el ministro de Sanidad no va a hacer campaña hasta que comience la campaña, pero lo que sí va a hacer, como ayer, es precampaña. El posministro en precampaña. Además de inelegante, la opción parece insostenible. En medio de una crisis sanitaria, el ministro de Sanidad debe estar a lo que está. Y su protagonismo no debería cotizar en el mercado electoral del mes que viene.

La combinación de Navidad y Reino Unido siempre ofrecía resultados favorables, desde Dickens hasta un viaje a Londres para comprar rebajado en el 'Boxing Day'. Bueno, ya no es así. Lo habrán notado. Este año la combinación de la relajación navideña y la incertidumbre de la cepa inglesa del Covid lo que nos da es la intuición de la tercera ola de la epidemia. Los datos empeoran, crece la preocupación. En Euskadi se nos reúnen hoy los técnicos del LABI. ¿Lo notan? Es como la canción en la radio de Bill Murray en aquellos despertares suyos circulares.