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En los últimos tiempos se había extendido en la opinión pública la impresión de que el terrorismo yihadista había quedado en manos de individuos que operaban aislados o como mucho en pareja, individuos que se radicalizaban y que pasaban a cometer actos de violencia por ... afinidad con grupos como el Daesh o al-Qaeda, pero sin formar parte de sus estructuras ni recibir instrucciones particularizadas. Se ha hecho famosa la expresión 'lobo solitario' o la de 'actor solitario', como prefieren algunos analistas, para referirse a estos sujetos.
Todavía falta mucho para que conozcamos con detalle las interioridades de los preparativos y la ejecución de los atentados de Barcelona y Cambrils, pero las informaciones que se van difundiendo ponen de relieve que no han sido obra de un actor solitario, como podría parecer en el primer momento al ver el modus operandi del individuo que atropelló a decenas de personas en las Ramblas de la capital catalana, sino de una trama extensa, organizada, con capacidad de planificación. Veremos en su momento si también actuaron siguiendo las órdenes de los líderes del Daesh ocultos en Siria o Irak, pero es previsible que así sea.
La confirmación de que los ataques yihadistas de Barcelona son obra de una red compleja y estructurada confirma las tesis de algunos analistas como el noruego Peter Nesser que sostiene que la mayor parte de los atentados islamistas se enmarcan en redes sólidas de radicales. Durante su intervención en un curso sobre yihadismo organizado en El Escorial por la Fundación Víctimas del Terrorismo y el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, Nesser aseguró que «en casi todas las tentativas que se han producido en Europa, realmente había contactos e interacciones con redes extremistas organizadas, y los atacantes recibían apoyo e instrucciones, o bien estaban bajo una fuerte influencia de predicadores radicales o grupos que incitaban a cometer atentados. Estos actores, que en principio parecen lobos solitarios, resultan no ser tan solitarios si se investiga sobre ellos».
Datos de la Guardia Civil sobre las operaciones realizadas desde 2014 contra el yihadismo en España evidencian que los casos de actores solitarios sólo representaban el 6% del total de los terroristas investigados. A veces sólo se captura a un individuo, pero eso no significa que opere al margen de las organizaciones terroristas. El pasado 13 de enero, por citar un caso registrado en Cataluña, la Guardia Civil arrestó en Figueras a un ciudadano marroquí, domiciliado en Holanda, que había regresado de Siria después de combatir en las filas de un grupo terrorista. Un mes más tarde, el 15 de febrero, la Policía Nacional arrestó a otro ciudadano marroquí residente en Vitoria que en el pasado había combatido en Chechenia donde fue herido y vino al País Vasco para ser atendido de graves lesiones. Hasta su arresto trabajaba como reclutador del Daesh enviando combatientes a Siria.
En junio de 2015, en otra operación de la Guardia Civil, se capturó en Polonia a otro ciudadano marroquí residente en Alicante, Abdeljail Ait el-Kaid, que regresaba de Siria, donde había pasado unos meses combatiendo y adiestrándose, para realizar una campaña de atentados durante el verano. Como los anteriores casos citados, no era un lobo solitario, sino un terrorista disciplinado, encuadrado en el Daesh, que venía a cumplir órdenes.
La existencia de actores solitarios provoca mucha más inquietud social que la de tramas organizadas porque es más fácil investigar las actividades de una célula que tiene varios miembros, aunque se mueva en la clandestinidad. Los componentes de esa red, como ocurría con los miembros de ETA, tienen que relacionarse, mantener citas, comunicarse, actividades todas ellas que pueden dejar pistas para los investigadores. Los actores solitarios, en cambio, no tienen que hacer nada que deje huellas, especialmente si sus atentados se cometen con materiales de oportunidad cuya posesión no levanta la menor sospecha. El jefe de la Unidad de Terrorismo Internacional de la Guardia Civil, Francisco José Vázquez, señalaba que «este fenómeno de la 'lonely yihad', del actor solitario, es tremendamente sencillo, es una acción que simplemente requiere la voluntad del individuo. No tiene que fabricar un chaleco bomba, ni tiene que construir un gran coche bomba, ni tiene que adquirir un kalashnikov en el mercado negro, sino simplemente es coger un cuchillo, coger un hacha, coger un arma blanca y salir a la calle».
A los ciudadanos les provoca más temor la actuación de un actor individual porque se interioriza que no hay nada que hacer para protegerse de él, mientras que con una trama siempre hay esperanza de que los investigadores detecten una pista y lleguen a tiempo para neutralizarla. En Barcelona eso no ha sido posible, como no lo ha sido en los ocho países europeos que en los primeros meses de este año han sufrido atentados yihadistas. La eficacia demostrada por las FSE desde la masacre del 11-M no ha podido evitar la matanza de la capital catalana. Nunca se puede conseguir un cien por cien de seguridad, desgraciadamente.
En 2008, también en Barcelona, hubo más suerte: la Policía capturó a tiempo a los miembros de una célula del grupo extremista pakistaní Tehrik-i-Talibán Pakistán que estaban a punto de cometer un atentado en el Metro de la Ciudad Condal. Los éxitos policiales pesan menos en la conciencia colectiva que su ausencia y pasan más desapercibidos, especialmente cuando las consecuencias son tan graves como las que hemos visto en los últimos atentados.
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