Exprimir el dragón
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La Diputación quiere que Gaztelugatxe sea el motor de la costaMichael Goldstein escribe sobre viajes para 'Forbes' y en primavera visitó España. Como iba a alojarse en Bilbao, un amigo le recomendó visitar «una iglesia en una isla cerca de la hermosa (e impronunciable) localidad de Gaztelugatxe». Goldstein le hizo caso, pero sin saber que ... se dirigía a un escenario de 'Juego de Tronos'. El hombre no es un friki de la serie. Y, bueno, se llevó un susto. «Al haber residido en Los Ángeles durante treinta años, las localizaciones de las películas no son para mí nada del otro mundo», ha escrito Goldstein, no se sabe si dándose importancia o si quitándosela. «Pero pocas veces he visto algo como la multitud en Gaztelugatxe».
Goldstein cuenta que la carretera que lleva a la supuesta localidad impronunciable es muy estrecha. Y es tanto el gentío que tiene que poner orden la Policía. Como los aparcamientos están cerrados o en construcción, los coches aparcan por todos lados. Y un «ranger» en un kiosko debe comprobar que tu nombre está en una lista para dejarte pasar. Cuando le dejaron pasar, Goldstein -escritor de viajes y hombre de mundo en términos generales- comprobó que hay que subir muchas escaleras para llegar hasta la ermita y decidió abstenerse de emprender semejante aventura en previsión de los dolores y las agujetas. Y se largó a «la única cafetería del lugar», imaginamos que a la única cafetería de la ciudad imaginaria de Gaztelugatxe. Pero la encontró «invadida» por turistas que hacían cola para usar el baño y comer algo. Con cuidado de no rayar el coche de alquiler, Goldstein maniobró en aquel laberinto y consiguió «escapar».
Lo curioso es que el periodista americano escribe sobre su experiencia en Gaztelugatxe en un artículo sobre el impacto turístico que ha supuesto 'Juego de Tronos' para los lugares en los que se ha rodado la serie. Y en Gaztelugatxe al menos no hay 'tours' de la cultura Targaryen o cursos de lanzamiento de hachas al estilo valyrio. Lo único que hay es un espacio escaso, un acceso peliagudo, una belleza frágil y particular y muchos visitantes. La Diputación aspira a organizarlo todo y transformar el lugar en el motor turístico de la costa. El reto es complicado y debería acometerse con prudencia, anteponiendo la realidad a los sueños. No vaya a convertirse el sueño en una pesadilla, como la de Goldstein, pero con argumentos más sólidos.
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