¿Existe el interés común?

La lucha contra el contagio descontrolado del coronavirus ha activado ese inhibidor temporal de las diferencias en la mayoría de los ciudadanos. La rapidez con la que nos estamos adaptando a una situación desconocida en la que ha desaparecido nuestra forma de vida es asombrosa. El miedo, la incertidumbre, el pesimismo sobre el futuro, el dolor y la ansiedad también están en algún momento en la mayoría de las casas.

Es fácil comprender la confusión y la impotencia de los representantes de distintos intereses y de distintas comunidades en un tiempo en el que en el imaginario colectivo ya se ha instalado el objetivo común de salvarnos y de ayudarnos a salvarnos entre todos. Nos choca que los gobiernos alemán y holandés piensen solo en los intereses de los ciudadanos de sus estados y no de la comunidad europea que también nos incluye a nosotros. Nos puede desagradar que el Gobierno español no cuente con los intereses del vasco a la hora de tomar decisiones que nos afectan. No nos gusta que el representante de los empresarios parezca olvidarse de la salud de los trabajadores. O que los representantes de los trabajadores parezcan olvidar los legítimos intereses de los responsables de crear empleo.

Los partidos, que por su propia definición representan tan solo a una parte de la sociedad, pierden completamente su utilidad en este momento de emergencia. Su teatro es necesario para mantener la esencia de la democracia electoral, pero ahora es el típico ejemplo de sector no esencial que puede hibernar hasta que salgamos de esta situación excepcional. La ciudadanía sigue construyendo a base de solidaridad lo más parecido al interés común.