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Cuánta gente estará en contra de la ley de eutanasia, empeñada en no dejar que los demás hagan lo que quieran en este y otros terrenos que deberían conformar el territorio de la sagrada libertad personal? No muchos, pero hay quienes, en efecto, NO quieren ... que los demás puedan hacer lo que les dé la gana y necesiten y decidan. Libertad es, en general, que no haya obstáculos insalvables en el camino de la propia naturaleza, de las necesidades básicas y del desarrollo psíquico y cultural (otro requisito de la naturaleza humana). Mucha gente autoproclamada liberal se empeña en imponer los comportamientos que les parecen correctos y, ellos que se dicen partidarios del «dejar hacer, dejar pasar» (el «laisser faire, laisser passer» de Vincent de Gournay) y de que el Estado no meta sus narices en la actividad económica, luego quieren usar el Estado para restringir la libertad de los que no piensan como ellos. Libertad de opinión, libertad de vida y muerte. La máxima del liberalismo la aplicarían a la economía hasta la última coma, pero la conducta de las personas la quieren regulada por leyes restrictivas.
La gente quiere vivir, pero cuando la vida ya no lo es, es natural querer decirle adiós. Quienes se valen por sí mismos no van a considerar si la decisión es conforme a la ley. ¡Que vayan a pedirles cuentas al otro lado de la última frontera! Los planes para prevenir el suicidio surgen al ver que muchas personas sienten el deseo de irse porque están en un callejón sin salida que en realidad sí la tiene. Pero la ley de eutanasia responde a una demanda y a una necesidad de quienes se encuentran en un callejón sin cielo y sin puertas, sin luz y sin aire. Y casi todos queremos que haya una salida, por si acaso.
La propuesta del PSOE sometida a la aprobación del Congreso tiene en mente a aquellos que sufren «una enfermedad grave e incurable» o una incapacidad grave crónica sin pronóstico de mejora, que les produzcan «sufrimientos físicos o psíquicos insoportable y constantes». La ley propuesta reúne toda clase de garantías: el enfermo tiene que pedirlo dos veces y puede echarse atrás en cualquier momento. Su derecho consiste en recibir ayuda y asistencia para adelantar la muerte que ya tiene encima o que ya tiene en vida. Este derecho ha sido reclamado una y otra vez por personas que sólo querían evitarse una agonía atroz. ¿Por qué hay otras personas que desean que los demás tengan agonías atroces, que no puedan escapar de ellas? Nadie les va a obligar a renunciar a una experiencia tan enriquecedora si les toca. Que nos dejen vivir y morir a los demás. Que no enreden. Que no mientan.
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