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Un escritor británico de origen ruso, Israel Zangwill, que además era judío, fue el primero que habló del concepto de 'Melting Pot'. De hecho, escribió una obra de teatro con este título. Un concepto de mestizaje, de crisol de culturas, que se ha vivido en ... muchos lugares del mundo. 'Pot' podría traducirse por olla o cazuela. La metáfora nos sugiere culturas que se mezclan como en un buen guiso enriquecido por esa mezcla. El contacto, el intercambio, el diálogo, las experiencias compartidas entre diferentes van enriqueciendo a quienes protagonizan dicho intercambio.
Me acordaba de este concepto del crisol de culturas y del mestizaje al revisar -en los días previos a ayer, 18 de diciembre, Día Internacional de la Persona Migrante- los datos publicados por el Eustat sobre nacimientos en Euskadi. En el segundo trimestre de este año, nacieron 3.699 bebés, un descenso del 6,1% respecto al mismo período de 2018. El número de nacimientos ha caído en Álava un 5,8%, en Bizkaia un 5,3% y en Gipuzkoa un 7,5%.
Y, una cuestión muy significativa, uno de cada cuatro bebés era de madre extranjera. Eso supone que en el 26,2% de los nacimientos de abril a junio la madre era extranjera (en Álava el 31,6%, el 24,7% en Bizkaia y el 25,6% en Gipuzkoa). En todo Euskadi, se produce un aumento del porcentaje de madres extranjeras de 1,1 puntos respecto a 2018.
La realidad está ya aquí. No podemos aceptar planteamientos xenófobos más propios de postulados políticos cercanos al populismo de Vox, azuzando el fuego del miedo al extranjero. Ellas y ellos suponen un importante oxígeno para nuestra maltrecha pirámide poblacional, que se alimenta, en buena parte, por personas que nacieron en otros lugares extrafronteras, pero cuyos hijos e hijas nacen aquí. Nada nuevo que no haya pasado en la humanidad, aquí, y en muchos lugares. Nueva ciudadanía que regenera la demografía. No sólo. Alimenta la economía, genera conocimiento y productividad, mueve recursos y permite sostener el sistema de bienestar. Personas que consumen, usan servicios, contribuyen con sus cotizaciones al mantenimiento del sistema, también de pensiones.
Pero no debemos caer en el buenismo. Gestionar la diferencia, la pluralidad cultural, no es fácil. La pertenencia social maneja con fuerza la idea errónea de la pérdida de identidad cultural que experimentan las personas autóctonas, que ven llegar a migrantes con raíces culturales muy distintas, especialmente si su origen es vulnerable. Esto no ocurre con las estrellas del fútbol, por poner un ejemplo. A la vez, las personas migradas se incorporan en nuestra sociedad desde situaciones muy vulnerables, en muchos aspectos vitales, que precisan un trabajo arduo para situar el contexto cultural y las claves interpretativas de las normas sociales y legales que nos hemos dado como sociedad. Por no mencionar el 'gap' formativo que acarrean y que dificulta su inserción laboral en puestos algo más elevados que a los que suelen acceder.
Pero como sociedad, nos arriesgamos mucho si no somos capaces de resolver y gestionar el conflicto de la pluralidad y ofrecer oportunidades a estas personas. Sin obviar las dificultades, la migración y la nueva realidad mestiza en la que nos encontramos suponen un reto que, gestionado con inteligencia, nos va a enriquecer. No digo nada novedoso. La historia y la experiencia antropológica acumulada lo avalan. Construir la Euskadi social y plural es una tarea urgente. Toca gestionar la pluralidad, hacerlo desde un respeto escrupuloso a distintas minorías, evitando políticas asimilacionistas o segregacionistas, y hacerlo comprendiendo que se van a dar choques culturales, que hay que saber gestionarlos y que toda esta diversidad va a dar lugar a una sociedad mucho más rica y próspera.
El mestizaje, la mezcla… la interculturalidad nos enriquece. Euskadi va a ser mejor si somos capaces de gestionar y aprovechar nuestras diferencias. Nuestros diferentes orígenes, culturas o religiones pueden sumar. Cuando rascas un poco, resulta evidente que nos preocupan las mismas cosas: la salud, el empleo, la educación, la justicia, la igualdad, la no discriminación… Euskadi es mestiza. Y cada vez más.
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