Europa, Trump y el acuerdo nuclear con Irán

Iniciado 2020, los Estados Unidos de Donald Trump se confirman como artífices del galopante desorden mundial. La estrategia de este presidente es indescifrable. Proclamado su objetivo de repatriar las tropas, esto no le impide ser intervencionista cuando lo estima necesario. Únicamente su unilateralismo es inmutable. Tras declarar «obsoleta» a la OTAN, en una entrevista con el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, reclama «una mayor implicación» de esta para contribuir a la estabilidad de Oriente Medio. Diplomáticos europeos, tras explicar que cualquier ampliación de las misiones de la OTAN «funciona por consenso», reconocen que las manifestaciones de Trump intentan preparar el reemplazo de las unidades estadounidenses en la región.

Demasiado cometido para una organización que el presidente francés, Emmanuel Macron, diagnosticaba recientemente «en estado de muerte cerebral». La sugerencia es una forma de endosar responsabilidades a los socios, segunda constante de esta Administración norteamericana. ¿Qué pueden hacer los europeos privados de la protección estadounidense y sin apoyo aéreo? Los supuestos aliados occidentales naufragan en la confusión. Para Trump, la OTAN no es garante de la seguridad colectiva; no es una entidad multilateral que incumbe a Estados Unidos. Trump concibe la Alianza Atlántica como un simple utensilio al servicio de su país; «uno más entre otros muchos», es la definición presidencial.

Esta crisis nacía con la decisión de Trump en 2018 de retirar a EE UU del acuerdo de control del programa nuclear iraní cerrado en 2015 entre Irán de un lado, Europa, Rusia y China de otro. El fin era evitar la proliferación nuclear. La República Islámica respetaba el plan de vigilancia asignado. Empeñado en dejar su propio tratado, Trump viene asfixiando al país con renovadas obligaciones. El régimen teocrático se ha defendido con múltiples provocaciones hasta que Trump ha reaccionado con el asesinato de Soleimani. El miedo a la imprevisibilidad del dirigente norteamericano amedrenta a cualquier Estado. La contestación iraní ha sido calculada para esquivar un enfrentamiento abierto. Los efectos colaterales -el derribo del vuelo 752 de Ucrania Airlines por dos misiles de la defensa antiaérea de la República Islámica- han dejado 176 mártires.

Las posiciones de fondo apenas se han alterado. Las presiones ejercidas por Teherán sobre los europeos firmantes del acuerdo sobre el nuclear iraní -Alemania, Reino Unido y Francia- han fracasado. Las garantías de unas ventajas económicas previstas en el pacto nunca llegaron. En su sermón del viernes 17 de enero, el guía supremo de la Revolución, Ali Jamenei, se mostró inflexible. Previno a las potencias europeas tras calificarlas de «subalternas» de Estados Unidos. «Ese trío, como dije desde el inicio de las negociaciones, no tiene ninguna independencia. No merecen confianza», sentenciaba el clérigo.

El recrudecimiento del conflicto desde la retirada estadounidense del acuerdo de 2015 ha permitido a Irán prescindir de sus términos. Fuentes francesas informan que desde el verano de 2019 Teherán continúa con su desentendimiento del pacto nuclear: aumento de los kilos de uranio enriquecido, también del umbral de enriquecimiento al pasar del 3,67 % al 4,5 % actual, violaciones de los límites impuestos a la investigación y desarrollo; en noviembre, reanudación de actividades de enriquecimiento en el emplazamiento subterráneo de Fordo y el 5 de enero no limitación del número de centrifugadoras. En este punto del incumplimiento de los compromisos, los europeos han reaccionado.

Para 'el trío de la desconfianza', la posibilidad de proseguir los intercambios diplomáticos es vital. La seguridad europea va en ello. El problema es que a día de hoy apenas disponen de estímulos para reconducir a los iraníes al marco de 2015. El margen de maniobra europeo para aliviar la situación económica de Irán es mínimo, dado el estrangulamiento de castigo que Washington profundiza. Por medio de sus ministros de Asuntos eExteriores, Alemania, Reino Unido y Francia han reafirmado su voluntad de salvar el JCPoA y de no unirse a la estrategia de «presión máxima contra Irán» implantada por Trump. Al tiempo, el grupo E3 anunció que, dadas las decisiones tomadas por Irán, se dirige a la comisión del marco reglamentado entre las partes para activar el párrafo 36 del JCPoA: se abre así un espacio político para el diálogo permaneciendo siempre en el acuerdo. El compromiso político quiere adelantarse a los engranajes administrativos que demasiado lentamente devolverían las negociaciones al Consejo de Seguridad de la ONU.

En esta ebullición geopolítica, el líder norteamericano amenaza con retirar el apoyo militar de Washington del dispositivo francés en el Sahel para combatir el yihadismo. Jamenei recuerda a sus interlocutores que el Estado islámico, sin supervisión, se recompone fácilmente. Servicios de información hebreos aseguran que Irán carece aún del arma nuclear, pero los servicios franceses temen el renacimiento del Estado Islámico. ¿Qué hacemos de espectadores?