Etapa ilusionante
Furgón de cola ·
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Furgón de cola ·
El nuevo Albert Rivera comparece ante la prensa para hablar de sus cosasAlbert Rivera es la clase de persona que tiene «vida personal» e inicia «etapas ilusionantes». Como si cogiese el tono vital leyendo invitaciones de boda. Pero eso ya lo sabíamos. Lo que no esperábamos es que ahora, tras dejar la política, el expresidente de Ciudadanos ... fuese a dar ruedas de prensa para informarnos de cómo le van las cosas, los retos, las etapas. Lo personal. Pues ayer dio la primera. Y por ahora muy bien. A Rivera le está pareciendo todo ilusionante.
Fue difícil no alegrarse al oírlo. En realidad, fue difícil no oírlo: las televisiones conectaron con la rueda de prensa. Así que también pudimos ver que Rivera ha adelgazado. Se le ve fantástico. Y ha escrito un libro. ¿El tema? Rivera propiamente dicho. La novedad es que el exlíder de Ciudadanos no ha reaparecido para promocionar el libro, sino para promocionar a la firma de abogados que lo ha fichado como presidente para España y Portugal.
La editorial no estará contenta, pero la vida pública española debería estar estupefacta. Ayer se inventó un género: la rueda de prensa política organizada por una empresa con fines publicitarios. El Colegio de Abogados de Madrid impidió que sucediese en su sede y el bufete tuvo que cogerse un local con enchufes para la prensa. A Rivera le siguió pareciendo ilusionante. Y habló de Ciudadanos, que para algo estaban allí los periodistas. Pero fue prudente, así que a quién puede interesarle lo que dijo ahora que Arrimadas e Igea parecen a punto de empezar a lanzarse cuchillos y 'whatsapps'.
El interés de Rivera es ya biológico. Consiste en ver cómo se mueve fuera de la política alguien que solo ha sido político. Ayer soltó que vuelve a lo que soñó desde pequeño: ser «abogado, jurista y emprendedor». Dejando a un lado lo raro de que un niño quiera ser jurista, alguien debería explicarle que trabajar dos años en la Caixa y aterrizar en el consejo de administración de un bufete que factura 17 millones al año no es exactamente emprender. Aunque quizá lo que habría que comenzar a hacer con Rivera es darle nosotros también ruedas de prensa. Cada español explicándole desde un atril los retos que afronta, detallando la etapa ilusionante en la que se encuentra y aclarando que uno a la presidencia de la comunidad de vecinos llega sobre todo a aprender y a afrontar el desafío de las goteras del portal.
ZALDIBAR
Hace solo veintiséis días que el vertedero de Zaldibar se vino abajo sepultando a dos trabajadores y desencadenando una crisis ambiental sin precedentes en el País Vasco. Hace solo dieciocho días que la presencia en el aire de sustancias tóxicas derivadas de la combustión de los residuos puso en alerta a los municipios del entorno del vertedero y llenó nuestra actualidad de miedo y mascarillas. Hace solo catorce días que el lehendakari Urkullu reconocía en una comisión parlamentaria que los controles sobre el vertedero no fueron los suficientes. Dos semanas después, da la sensación de que el desastre de Zaldibar sucedió hace mucho tiempo. El suceso ha terminado en el vertedero de la actualidad, empujado por una epidemia vírica global. Las mascarillas son ahora todas para el coronavirus y solo el anuncio de que en el operativo de búsqueda de los cuerpos de los trabajadores desaparecidos va a emplearse una pala de rastreo especial nos devuelve Zaldibar a la mente. Será un instante. Como si no pudiese haber más derrumbes o nuevos incendios. Como si, bajo esas toneladas de residuos, no siguiese habiendo dos hombres sepultados. Ocomo si encima de ese desastre humeante no quedasen un montón de preguntas por responder.
PUIGDEMONT
El domingo Puigdemont se acercó a Colliure a visitar la tumba de Machado. Y hubo lío. Alguien quiso poner una estelada. Desde el grupo de Puigdemont se explicó el 'show' en términos de exilio. Qué pena de tuit. Lástima que Puigdemont no quisiese disculparse con Machado por la calle aquella que casi le quitan en Sabadell por «anticatalanista». O que, tras escucharse el sábado en Perpiñán emplazando a los catalanes a la «batalla definitiva», no quisiese felicitar a Machado por lo certero de algunos versos suyos: «Colón de cien vanidades / vive de supercherías / que vende como verdades». Por otra parte, la tumba de Machado está siempre llena de trastos. Parece el cajón de un adolescente de IU. El lugar atrae a partidarios de Machado que no deben de haberlo leído. Como Puigdemont. Después de hacerlo con un mínimo de provecho, frente a esa tumba uno solo puede quedarse humilde. Y en silencio.
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