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Andoni Ortuzar, presidente del PNV. Fernando Gómez
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Editorial ·

El adelanto de las elecciones deja en el aire los compromisos entre el PNV y Sánchez y cuestiona el acierto del apoyo jeltzale a la moción de censura

EL CORREO

Domingo, 17 de febrero 2019, 01:05

El abrupto final de una legislatura estéril con la convocatoria de elecciones generales para el 28 de abril convierte en fallida la apuesta de alto riesgo que hizo el PNV al votar la moción de censura de Pedro Sánchez y confiar la estabilidad del país a un Gobierno débil, apoyado por solo 84 escaños de 350. El clima de irrespirable corrupción que rodeaba al PP, con la demoledora sentencia de 'Gürtel' recién firmada, podía justificar esa medida, alimentada por el saludable objetivo de abrir una etapa de regeneración democrática en España. Pero no permitía ignorar la agobiante precariedad con la que nacía el Ejecutivo ni su absoluta dependencia de un secesionismo catalán enrocado en violentar la legalidad y al que Sánchez en ningún caso podría satisfacer en sus exigencias rupturistas. El PNV aseguró interpretar «el sentir mayoritario de la sociedad vasca» al derrocar a Mariano Rajoy, cuyos Presupuestos había salvado una semana antes sin encomendarse más que a sus legítimos intereses como partido.

Es evidente que, ocho meses y medio después de formalizar su entente con el PSOE, los frutos obtenidos están muy lejos de los que esperaba el nacionalismo vasco. No solo porque el fracaso de las Cuentas deje en el aire los 469 millones de inversión previstos en ellas para este año en Euskadi. El adelanto electoral forzado por ese fracaso y el consiguiente parón en la Administración, sea cual sea el color político del futuro Gobierno, retrasará con total seguridad más allá de 2023 un proyecto estratégico como la llegada del tren de alta velocidad, cuya tardanza resulta insufrible. Frenará las aún incipientes negociaciones para el traspaso de las competencias pendientes del Estatuto de Gernika, un proceso que queda así a expensas de la composición y las prioridades del nuevo Ejecutivo. Además, el clima político creado por el empecinamiento del independentismo catalán y los errores de Sánchez para ganarse sus favores reproduce el fantasma del que el PNV ha querido huir a toda costa con sus decisiones de los últimos meses: unos comicios anticipados con una derecha rearmada pese a su fractura, aferrada a un discurso endurecido contra el nacionalismo tras el relevo de Rajoy y la irrupción de Vox, y con serias posibilidades de sumar una mayoría parlamentaria similar a la de Andalucía. Errado el envite que creían más ventajoso para alejar esa hipótesis, los jeltzales fían ahora su suerte a un pinchazo del trío PP-Ciudadanos-Vox el 28 de abril y a que Sánchez conserve el poder. Las urnas dictarán sentencia. De momento, a Sabin Etxea le ha salido el tiro por la culata.

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