Desconozco si ustedes la han visto. Me refiero a la película 'El increíble hombre menguante', uno de esos filmes que, a pesar de estrenarse en 1957, en blanco y negro con un éxito discutible, es un clásico en cualquier maratón de pelis de ciencia ficción. ... Disculpen quienes no la hayan disfrutado, o a quien no le atraiga este tipo de afición cinematográfica. Y tranquilos los que se animen a verla, que no estropeo el final. El argumento versa sobre un científico que un día, cosas de la ciencia del cine y consecuencia de sus experimentos, comienza a menguar de tamaño. ¡Ahí lo dejo!
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La conmemoración del día de la Patrona de la Benemérita, el 12 de octubre, me ha traído este año ese recuerdo de reducción, de mengua, de disminución. Me siento, como el protagonista de la película; soy parte de un Cuerpo menguante: la Guardia Civil.
El número real de guardias civiles no deja de reducirse. Esa es la realidad de unas cifras machaconas que aseguran que somos cerca de 54.000 guardias civiles, muy por debajo incluso de un imaginario catálogo de puestos de trabajo que calcula que debería de haber 63.860 efectivos repartidos por toda España según las cifras del Servicio de Recursos Humanos de la Guardia Civil. ¡Vamos, que la propia Administración se hace trampas jugando al solitario y anota cantidades altas, por si alguna vez las alcanza! Un reino de Narnia o quizás el País de Nunca Jamás sobrevolado por un ministro del Interior como remedo de Peter Pan incapaz de sumar cuántos guardias civiles están bajo su mando.
En ese mundo idílico donde se prefieren las ilusiones a los datos los delitos disminuyen, la peligrosidad de las calles se diluye y los ciudadanos disfrutan de una seguridad envidiada en el resto del mundo. El engañado, Patrona, no es el guardia civil, es el ciudadano, que pasea junto a un cuartel con su lema de 'Todo por la Patria' que está vacío. De estos edificios cerrados cada vez hay más. Quieren arreglarlo con Inteligencia Artificial, ese nuevo bálsamo de Fierabrás que igual cura el síndrome de Münchaussen que te ayuda a elegir los colores del cuarto de baño.
Los cuarteles vacíos contarán con una pantalla, con un guardia civil virtual, que ni cobra, ni gasta, todo lo acata y está disponible mientras haya suministro eléctrico y funcione Internet. Un monigote virtual. Se podrá elegir que te atienda un hombre o una mujer ¿qué pasó con el resto de géneros según otros ministerios? Y es posible que su conversación termine con un: «hemos tomado nota de su denuncia/protesta/sugerencia/. En breve recibirá una respuesta». Nada que ver con lo que responde un guardia civil cuando un ciudadano se acerca para decirle que ha sido víctima de un asalto, o que ha sucedido un accidente, o que un niño se ahoga, circunstancias estas y miles más que se repiten cada día en toda España.
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¿Valdría para el guardia civil real la respuesta de: «tomamos nota»? Se espera que atendamos las demandas, generalmente urgentes. Que procedamos como corresponde con la vocación con la que miles de compañeros se dedican cada día a llevar a cabo su labor en defensa de los derechos de los ciudadanos. Los tricornios virtuales, eso sí, ni protestan ni critican, ni piden algo tan básico y tan negado por nuestros retrógrados gobernantes como cobrar el mismo salario que el resto de compañeros enclavados en los cuerpos policiales autonómicos.
Sospechamos que los actuales gobernantes buscan la práctica desaparición de la Guardia Civil. En los últimos años, el asociacionismo en esta institución, lejos de ser una simple agrupación acomodaticia para el reparto de distinciones, se ha convertido en un movimiento reivindicativo frente a los Gobiernos que se han sucedido en España. Reclamamos la equiparación salarial, una petición tan básica que no entendemos cómo se nos niega por ministros y ministras que hablan de igualdad, que la reclaman en las retribuciones de las jugadoras de fútbol, pero no que tienen el menor rubor en negarla a guardias civiles y policías nacionales, sean del sexo que sean. Nos discriminan, nos esclavizan con turnos interminables que se niegan a regular y acallan nuestra voz en el único órgano en el que los guardias civiles teníamos representación: el Consejo de la Guardia Civil. Las asociaciones en bloque hemos abandonado ese Consejo donde se nos limitan y tasan los tiempos de intervención. Nuestras propuestas ni interesan, ni convienen. Ya ni quieren oírlas.
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Un ejemplo de ese deseo de no oír nuestra voz es lo ocurrido cuando desde nuestro derecho a la libertad de expresión Justicia para la Guardia Civil (JUCIL) ha manifestado su posición frente a una posible amnistía a delincuentes y prófugos de la Justicia: es una auténtica ruptura del Estado de Derecho que está fuera del marco de la Constitución. Y no, no vale la idea de que, si lo aprueba un Parlamento ya es lícito. ¿Podría el Congreso de los Diputados aprobar la validez del asesinato por honor sin que este acto execrable estuviera fuera de la Constitución? La licitud no la da solo el voto obediente de unos diputados, la licitud requiere que todo ello se desarrolle dentro del marco democrático, de libertad y derecho que nos hemos otorgado entre todos. Lo otro, no es más que un golpe de Estado que impone al poder Ejecutivo sobre el Judicial y se río del valor del Parlamento.
Y mi pregunta ahora, como en el caso de la película del Hombre Menguante es: ¿Qué hacemos, Patrona? ¿Abandonamos? Si ese era el objetivo de quienes nos reducen, nos laminan, nos castigan al abandono debo decirles que han fracasado. Los guardias civiles vamos a seguir expresando nuestra opinión. Nos pertenece como ciudadanos. Y vamos a defender la labor de una Institución en la que cada día nos esforzamos por servir, de la mejor manera posible, a los ciudadanos y a la defensa de sus derechos y libertades. Iguales para todos. Y al tiempo, reclamaremos para las mujeres y hombres de la Guardia Civil derechos laborales y sociales iguales a los del resto de ciudadanos: turnos claros, protocolos de salud y seguridad, consideración de trabajo de riesgo, días de descanso o el fin de la vieja imposición del Código de Justicia Militar.
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Corren tiempos en los que el respeto parece un término abominable, hasta reñido con el progreso, pero sólo desde el respeto es posible el auténtico avance social. Los guardias civiles sufrimos a diario formas irrespetuosas, no sólo en nuestro trabajo, que eso lo asumimos como parte de nuestra carga laboral, también desde la Administración, que nos minusvalora en un intento de eliminación o borrado de un cuerpo cuya presencia reclaman millones de ciudadanos, sobre todo los que residen en áreas rurales cada vez más abandonadas a su suerte. JUCIL forma parte de ese movimiento surgido de la incorformidad, de la incomodidad con la situación actual. Con todos los respetos ya te adelanto Patrona, que nuestra intención es continuar, con más intensidad, si cabe. Somos menos en una Guardia Civil menguante, pero haremos que nuestra voz se oiga cada vez más fuerte, si no es en los despachos, lo será desde la calle.
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