
Un entrañable amigo
José Manuel Rodríguez Uribes
Miércoles, 22 de abril 2020, 01:49
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José Manuel Rodríguez Uribes
Miércoles, 22 de abril 2020, 01:49
Vi por última vez a José Mari Calleja en la presentación del documental 'Lagun y la resistencia frente a ETA' en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Fue a mediados de febrero. Tras la película, José Mari estaba muy emocionado, conmovido por una historia que él vivió en primera persona. Y nos abrazamos, como hacíamos siempre que nos encontrábamos, pasara el tiempo que pasara. Hoy salgo de la reunión telemática del Consejo de Ministros de la Unión Europea y me informan de su fallecimiento. Me cuesta creerlo. Me cuesta aceptarlo.
Conocí a José Mari a finales del siglo pasado, a través de Gregorio Peces-Barba, e intensificamos nuestra relación en los años en que fui director general de apoyo a víctimas del terrorismo, entre 2005 y 2011. Siempre estuvo a nuestro lado. Nunca tuvo dudas acerca de la buena fe y la determinación de un gobierno, el de Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, para acabar con el terrorismo y honrar y reconocer a sus víctimas. Nos ayudó mucho porque además no era sospechoso: era indubitado, siempre fue valiente, nunca dejó de estar frente a ETA y a toda violencia fanática, viniera de donde viniera. Tenía una enorme fuerza moral, unas firmes convicciones democráticas que se habían forjado en los últimos años del franquismo y la lucha universitaria.
José Mari además era brillante, ocurrente, inteligente, divertido, piquito de oro. Y un excelente profesor universitario. Muy pedagógico y querido por los estudiantes, desayunábamos juntos en ocasiones en la cafetería de la universidad Carlos III con nuestra común amiga María Eugenia Rodríguez Palop. También viajamos a América Latina, con otros amigos, compañeros y colegas como Rafaela Romero, Maixabel Lasa o Txema Urkijo, para explicar qué era en verdad ETA y su incompatibilidad con la democracia, la libertad, el Estado de Derecho y los Derechos Humanos. Me va a costar mucho aceptar su pérdida. Me cuesta ya mucho seguir escribiendo… No puedo más.
¡Descansa en paz, querido y entrañable amigo! Nunca te olvidaremos.
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