Iba a pasar de Rubiales hasta que alguien decidiera darle el finiquito, pero desaprovechar su espontaneidad en el palco agarrándose la entrepierna y faltando al respeto a una jugadora me parecía desperdiciar una oportunidad altamente pedagógica. El carismático presidente de la Federación Española de Fútbol ... se ha disculpado con unas palabras que dan a entender que no entiende la indignación que sentimos la mayor parte de la población española y la prensa deportiva de medio mundo. Lo que yo creo es que este hombre quizás entienda de fútbol, pero no se ha parado a pensar que la vida evoluciona más allá de su balcón y que a esas chicas les ha costado generaciones conseguir el respeto por lo que hacen. Ellas juegan al fútbol; un deporte que tiene termitas, bichos y hasta moscas cojoneras. Se meten en la rueda porque no tienen otro remedio, pero de ahí a seguir aguantando patriarcas va un trecho.

Publicidad

Las mujeres poseemos ciertos instintos para protegernos de los sutiles peligros que nos rodean. Según la Real Academia Española, el instinto es un conjunto de pautas de reacción que, en los animales, contribuyen a la conservación de la vida del individuo o de la especie. Para Darwin, los instintos eran esenciales y permitían la supervivencia. Popularmente, son una mezcla de emociones que aparecen de forma súbita y te ponen en estado de alerta. A lo largo de nuestra vida hemos ido desarrollando poderosos instintos, radares sociales y hasta antenas parabólicas para detectar a los depredadores. Detectamos con facilidad a los caballeros y a los mastuerzos sobones, groseros e insoportables líderes de la manada que se creen con derecho a iniciativas irrespetuosas.

Estos últimos te los encuentras donde menos lo esperas, aunque por fortuna van camino de su extinción. Son potencialmente peligrosos, hay que ignorarlos, no mirarlos a los ojos como se hace con las fieras; y, sobre todo, no reírles las gracias, los chistes, y las observaciones que se ciñen casi siempre al sexo. Tienen algunos rasgos definitorios muy tópicos: emplean un tono de voz alto, con frecuencia vehemente y chulesco; acostumbran a invadir tu espacio y se sientan en el metro abriendo las piernas. Usan coches de gran cilindrada y siempre conocen un sitio donde a él, sea la hora que sea, le dan de comer y de beber. Festejan sus triunfos poniendo la mano en sus atributos, que nombran cada tres o cuatro frases. «Por cojones me abre la puerta y por mis santos cojones que me presento allí». Las mujeres deseamos ir por la vida con el instinto apagado de una puñetera vez. Para ello es preciso que este tipo de hombres no tengan, sobre todo, poder.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad