La rotunda victoria de Isabel Díaz Ayuso y el PP en las elecciones a la Asamblea de Madrid se volvió ayer inapelable por la altísima participación ciudadana. La presidenta regional y su partido, que doblaron con creces su representación, cuentan con apoyo parlamentario suficiente como ... para prescindir de Vox en la conformación del Gobierno autonómico. El choque entre bloques, que por momentos situó a la baronesa cara a cara con Pedro Sánchez, se inclinó a favor de la apuesta popular por reunificar su campo ideológico, mientras que el esfuerzo de las tres formaciones de izquierda por ensanchar el suyo dio como resultado una pérdida de peso en un escenario de extrema polarización. La frontal oposición de la dirigente conservadora a la gestión de la pandemia por parte del Ejecutivo central explica en buena medida lo ocurrido. Con el añadido de que logró arrastrar a sus contendientes a su propio terreno de juego subrayando la incompatibilidad entre las fuerzas en liza.
Ayer ganó el PP de Ayuso y de Casado, que con la desaparición de Ciudadanos de la Asamblea de Madrid conmina al partido de Inés Arrimadas a replantearse su propia existencia. Ayer perdió el PSOE sin que Sánchez pueda endosar la estrepitosa derrota al candidato Ángel Gabilondo en tanto que el presidente se empleó a fondo en la precampaña para un recuento final que erosiona la autoridad del Gobierno de coalición. El notable resultado obtenido por Más Madrid, que desbancó al socialismo como primera fuerza de la oposición, y la espantada final de Pablo Iglesias al anunciar su retirada de la política con justificaciones victimistas agravan el fracaso del PSOE después de haber evidenciado falta de responsabilidad y coherencia estratégicas. No hay que olvidar que la convocatoria del 4-M fue la oportunidad que La Moncloa brindó a Ayuso al promover las mociones de censura en Murcia y Castilla y León.
Es el momento en el que los vencedores de ayer deben dejar que se enfríe su justificada euforia. Aunque Ayuso advirtiera de que en los comicios se jugaba el futuro de la Comunidad de Madrid y el de España entera, para el PP sería presuntuoso concluir que ya cuenta con una alternativa para gobernar el país y sus administraciones territoriales o locales. Es el momento en que el socialismo de Sánchez debe sobreponerse al revés sin enrocarse en aquello que pueda ser identificado como puro sanchismo, sin enrocarse en la mayoría de la investidura, para ofrecer oportunidades de diálogo y consenso hacia su derecha sobre los asuntos que condicionan la salud, la recuperación y el funcionamiento de las instituciones. Vertiente en la que cobrará especial relevancia el respeto y la consideración con que populares y socialistas traten a Ciudadanos.
Las elecciones autonómicas se han registrado a mitad del actual mandato de los ayuntamientos de los gobiernos de las comunidades no históricas, y a dos años también de que se celebren las próximas generales. Tanto la recomposición partidaria que las urnas madrileñas apuntan a izquierda y derecha como, sobre todo, el incremento de la competitividad electoral entre el PP y el PSOE comprometen lo que resta de legislatura en un momento en el que el conjunto de las instituciones debe afrontar tres retos inmediatos: la contención de los contagios, el incremento del ritmo de vacunación y el acceso efectivo a los fondos europeos. Desafíos que España no puede superar generalizando y elevando el tono de confrontación que ha alcanzado la campaña en Madrid, en la que la liza partidaria ha arrastrado a los gobiernos encarnados por los contendientes.
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