El Partido Popular y Vox alcanzaron ayer un acuerdo para gobernar en coalición Castilla y León que atiende en el reparto de responsabilidades a las exigencias que la formación de Santiago Abascal expuso la misma noche electoral y está pendiente de perfilar sus intenciones programáticas. ... Alfonso Fernández Mañueco apeló a la «estabilidad» como razón fundamental de una decisión aparentemente avalada por Alberto Núñez Feijóo, con la que el PP traspasa la línea roja de compartir poder con una fuerza extremista, populista y antieuropea que cuestiona derechos, libertades y valores consagrados en la Constitución. La estabilidad no puede reducirse a una suma aritmética, aunque se prometa gobernar «para todos». Requiere que la mayoría parlamentaria articulada ayer dé paso a una legislatura en la que el nuevo Ejecutivo regional conecte con los planteamientos que guían la actuación de la UE y converja con los esfuerzos del resto de las comunidades, sin quebrar elementos básicos en los que se asienta la convivencia y que han sido respetados en cuatro décadas de autonomía.
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Fernández Mañueco ha tratado de descartar la mera hipótesis de unas nuevas elecciones tras el sonoro fracaso estratégico que supuso para el PP la convocatoria del 13-F. Pero el pacto es, ante todo, el resultado de la división de la política española en dos bloques irreconciliables que no solo ha impedido la aproximación institucional entre populares y socialistas: la polarización se ha convertido, además, en el mecanismo recurrente de ambas formaciones para preservar su respectivo espacio a cuenta de defender su flanco extremo.
El acuerdo llega en un momento crítico a causa de la invasión de Ucrania que el régimen de Putin está jalonando de atrocidades y que compromete a las democracias liberales frente a las pulsiones autoritarias que alberga el populismo. Un momento delicado para que el PP recupere posiciones al frente del centro-derecha, ya que condiciona el congreso que nombrará presidente a Núñez Feijóo y las expectativas del partido en las próximas elecciones autonómicas de Andalucía y en las generales. El nuevo líder popular tendrá que hacer malabarismos entre su firme apuesta por la moderación y un Gobierno con la extrema derecha en Castilla y León que habrá de cuidar sus acciones y palabras hasta el mínimo detalle. Este pacto con trascendencia nacional puede resultar determinante para el futuro inmediato de la política española.
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