El cuadro macroeconómico remitido por el Gobierno a Bruselas a finales de abril con sus estimaciones para este año y el próximo ha quedado ya desfasado. Pese al proverbial optimismo que le caracteriza, el profundo y sostenido deterioro de algunos indicadores le ha obligado a ... revisar sus previsiones para adaptarlas a un escenario más sombrío. Siendo ello significativo, aún lo es más que incluso ese reciente ejercicio de realismo parece a punto de verse devorado por los acontecimientos ante las luces de alarma encendidas en el peor julio para el empleo desde que existen registros. Un mes en el que, además, la industria sufrió un notable pinchazo por el desplome de los pedidos. En un revelador giro de su discurso, la vicepresidenta Nadia Calviño no descarta ahora una recesión y anima a «prepararse para lo peor». El encadenamiento de dos trimestres con un PIB negativo puede parecer un horizonte lejano cuando el último se cerró con un meritorio crecimiento del 1,1%. Pero es una hipótesis nada desdeñable si persiste el paulatino agravamiento de la situación. Y casi segura si Rusia corta por completo el suministro de gas a la UE, una posibilidad cada día más verosímil que supondría un mazazo para Alemania y repercutiría en el conjunto de la Unión.
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La economía española sostiene su meritoria expansión en un pujante consumo familiar, apoyado en el ahorro acumulado por las restricciones de la pandemia y muy sensible a una alta inflación prolongada en el tiempo, al aumento de los tipos de interés y a la evolución del empleo. Ninguno de esos tres factores se enfrenta a perspectivas favorables a corto plazo. La escalada de los precios sigue fuera de control, sin ningún síntoma de que vaya a remitir de inmediato. El BCE se dispone a endurecer su política monetaria en un intento de corregir esa espiral. Y el mercado laboral, con un comportamiento excepcional en los últimos meses pese a la invasión de Ucrania, ofrece síntomas de un brusco cambio de tendencia.
Todo ello aviva el fantasma de una nueva recesión. Se materialice al final o no, resulta innegable que el país afronta un delicado momento en el que serán puestas a prueba la pericia del Gobierno y la responsabilidad de todos los agentes políticos y sociales. No es hora de profetas del catastrofismo, sino de acertar en el diagnóstico y arrimar el hombro para enderezar el rumbo cuanto antes. En cuanto lo permita la guerra de Putin.
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