Faltan los hechos

Editorial ·

El guiño de EH Bildu a las víctimas es significativo, pero debe ir acompañado de un claro desmarque de ETA y una sincera autocrítica

EL CORREO

Lunes, 18 de octubre 2021, 20:58

La izquierda abertzale es propensa a lanzar guiños en los que, con un sibilino uso del lenguaje, amaga con desmarcarse de su turbio pasado de sumisión a los dictados de ETA, aunque todavía está lejos de romper con él. Arnaldo Otegi y Arkaitz Rodríguez dieron ... este lunes un llamativo paso en ese sentido con el reconocimiento más explícito del dolor causado a las víctimas de cuantos han realizado hasta ahora las sucesivas marcas herederas de Batasuna. Ese sufrimiento «nunca debió haberse producido», señala la declaración leída ante el palacio de Aiete al cumplirse diez años de que la derrota de la banda terrorista ante el Estado de Derecho le obligara a dejar las armas. «Nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades».

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Tal pronunciamiento constituye un gesto no desdeñable que puede aliviar a los damnificados por la violencia. Tampoco admite discusión su relevancia política. Pero el hecho de que la izquierda abertzale haya tardado una década en darlo habla por sí solo de su resistencia a una autocrítica sincera de su trayectoria, en la que aún tiene un largo trecho por delante hasta satisfacer una exigencia ética incuestionable: la admisión de la extrema injusticia que supuso el exterminio de seres humanos con fines políticos. El manifiesto se refiere al sistematizado uso del terror como si fuese un accidente inevitable al que sus firmantes serían ajenos y perteneciente a un pasado que «no tiene remedio» y, por tanto, resultaría preferible no remover. No existe una condena explícita de ETA; sí un genérico deseo de que el sufrimiento de las víctimas no se hubiese prolongado tanto, sin reproche alguno a la banda que lo tenía en su mano.

La sinceridad de la declaración será sometida a la prueba de los hechos. Su contenido parece incompatible con los 'ongi etorri' a asesinos como si fueran héroes, la consideración de los etarras como «presos políticos» y la negativa a condenar los rescoldos de violencia que perviven en nuestra sociedad. El alborozo en algunos sectores por ese movimiento, quizás explicable desde la presunción previa de que la izquierda abertzale nunca renegará de su pasado, contrasta con el escaso entusiasmo del PNV -como del PP y Vox-, que exige con razón a EH Bildu un inequívoco desmarque de la cruel historia de ETA. Así lo reclama el avance hacia una convivencia normalizada, que no pasa por golpes de efecto en la batalla por el relato o por los votos.

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