La aprobación definitiva por el Congreso de la ley que no solo despenaliza la eutanasia, sino que regula su aplicación y el suicidio asistido constituye un cambio de gran calado social que no se circunscribe al ámbito normativo, sino que confronta a cada ciudadano con ... su relación íntima con la vida, la eventual dependencia y la muerte. La amplia y transversal mayoría que ha secundado la reforma legal -202 diputados- concede un colchón de legitimidad a una regulación muy delicada. Una legitimidad que los partidos discrepantes -PP y Vox- no pueden soslayar con reproches gruesos y cuando se plantean batallar ante el Constitucional. Del mismo modo, el voto mayoritario no debería desconsiderar algunas de las objeciones planteadas, sobre todo en lo referido a los cuidados paliativos. Las salvaguardas introducidas en la ley para asegurar que una decisión tan severa e irrevocable se adopta con plena consciencia resultan imprescindibles. Pero los límites con los que se topan las personas más vulnerables -las sometidas a un padecimiento inhumano que ya no pueden resolver sobre sí mismas- llaman a incentivar las declaraciones sobre cómo se quiere vivir y morir cuando aún se es dueño de los propios actos.
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