Las elecciones que se celebran hoy en Italia conciernen a la Europa de la Unión, inquieta porque todos los sondeos apuntan a la victoria de la coalición entre el posfascismo de Giorgia Meloni, las viejas artes de Silvio Berlusconi y la xenofobia sin complejos de ... Matteo Salvini. El desgaste de la política institucional practicada por los gobiernos europeístas de los últimos años, con la fórmula de Mario Draghi reventada desde dentro por el Movimiento 5 Estrellas y las fuerzas más conservadoras, ha dado su oportunidad al populismo de derechas.
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Es este un domingo de temores. Temor a que la tercera economía comunitaria se desentienda de compromisos adquiridos por la UE como la defensa de Ucrania y la resolución de prescindir de los combustibles fósiles de origen ruso, frente a la guerra de Putin que esta semana se ha hecho más amenazadora. Temor a que tanto políticas xenófobas en lo doméstico como el cuestionamiento de una estrategia común sobre los flujos migratorios en el Mediterráneo hagan posible la involución en valores de Europa. Temor a que un triunfo de Meloni, Berlusconi y Salvini restablezca fobias hacia la consagrada diversidad de los europeos.
La esperanza de que una derecha extrema en el puente de mando de Roma se contenga y modere sus impulsos iniciales se encuentra, en el plazo más inmediato, en el riesgo de recesión y en la magnitud de una deuda de 2,7 billones de euros. De resultar finalmente vencedora en las urnas, la alianza que lidera Meloni deberá gestionar una economía muy necesitada. Aunque la confianza en que una nueva mayoría tan escorada hacia las soluciones fáciles se muestre más pragmática convive con el riesgo de que pretenda saltarse cualquier convención europea en materia económica.
El escrutinio será inapelable. Los que en Italia o en el conjunto de la UE se sientan contrariados por los resultados finales deberán afanarse en el análisis de las causas que han transformado la crónica inestabilidad política italiana y el malestar de sus ciudadanos en una apuesta inédita por las opciones más extremistas o la abstención. Un viraje que, si finalmente se concreta, no habría encontrado alternativa creíble en el centro-izquierda europeísta defendido en triste soledad por Enrico Letta. En un momento tan convulso, la tentación populista, y no solo en Italia, representa un serio desafío.
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