El congreso anual del Instituto de la Empresa Familiar inaugurado ayer por el Rey en Bilbao constituye una magnífica plataforma para reivindicar la contribución de estas compañías -entre las que figuran algunas de las principales del país- a la prosperidad y al bienestar social por ... su capacidad para generar riqueza, crear empleo y financiar a través de sus impuestos unos servicios públicos de calidad. Medio millar de sus grandes accionistas que combinan esa responsabilidad con tareas ejecutivas debaten durante dos días los retos a los que se enfrentan, coincidentes a grandes rasgos con los que encara la economía nacional -desde la transición energética y la digitalización a la escalada de los precios y el aumento de los tipos de interés- en un contexto de incertidumbre agudizado por las tensiones geoestratégicas. La implicación directa con el entorno más próximo, la apuesta por el largo plazo y la resistencia en los momentos críticos figuran en su ADN. Unos valores que impregnan también el carácter emprendedor asociado a Euskadi durante generaciones, que sería conveniente reactivar con vistas al futuro.
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Felipe VI hizo hincapié en el arraigo como una de las peculiaridades de las empresas familiares, que en Euskadi son el 84% del total y representan más del 55% del empleo privado, lo que revela su peso en el tejido productivo. En el conjunto de España esas cifras son todavía superiores. De ahí que las inquietudes y diagnósticos de estas firmas -convertidas en multinacionales en algunos casos- deban ser escuchados con atención y respeto por las instituciones, al igual que los de otros agentes sociales, aunque las decisiones que estas adopten no tienen por qué coincidir necesariamente con esos planteamientos. El presidente del instituto y de Sener, Andrés Sendagorta, reclamó una menor presión fiscal sobre los salarios y un reconocimiento de los gobiernos a la labor de estas compañías, frente a las críticas contra sus dueños vertidas por varios ministros. Unas demandas que no pudo formular en directo a Pedro Sánchez, quien se escudó en su apretada agenda internacional para no acudir al acto y delegó en José Luis Escrivá.
Por contra, el lehendakari, Iñigo Urkullu, alabó el papel de los empresarios y destacó que Euskadi «necesita» más, lo que implica revalorizar su papel social y crear un entorno que propicie las vocaciones de esa índole. Una faceta en la que nuestra comunidad tiene un largo camino por recorrer.
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