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La globalización ha conducido a que las clases medias y medias bajas de las sociedades desarrolladas o en desarrollo hayan convertido viajar como turistas en objetivo irrenunciable, aunque el sector asista a una ralentización que pudiera deberse a su particular tensión inflacionista. La masificación turística ... de los cascos antiguos y centros de nuestras ciudades, costas, localidades emblemáticas y zonas que requieren una especial protección ambiental está generando protestas vecinales que sus promotores deberían ordenar en cuanto a sus intenciones y propuestas, antes de que la turismofobia se consolide como otra expresión populista. Al tiempo que las administraciones públicas competentes han de comprometerse a tomar solidariamente la delantera a una saturación turística desordenada que perjudique a los lugareños.
Las protestas vecinales reflejan quejas por el impacto de los pisos turísticos. Por su incidencia en el coste de los consumos y del ocio para los naturales. Por la aglomeración de visitantes y el ruido que generan no tanto ellos como los eventos ideados para su animación. O por el daño potencial que pudieran suponer a corto y medio plazo para los ecosistemas de las comunidades y provincias históricamente más atractivas para el turismo. Son problemas reales que no deben obviarse, pero tampoco afrontarse desde una supuesta objeción de conciencia que no es tal cuando todos somos demandantes de viajes, dentro y fuera de España. De modo que la movilización contra la masificación turística ha de comenzar por que sus organizadores detallen a qué renuncias llaman a los convocados en tanto que seguro que son también turistas con mayor o menor asiduidad.
Cerrar puertas con una subida de precios a la búsqueda de un visitante pretendidamente 'de calidad' raya en lo absurdo, porque ello contribuiría a encarecerlo todo también para los locales. Pero sobre todo acaba bordeando la exclusión, cuando además de ser un vector relevante para el crecimiento y el desarrollo el turismo lo es sobre todo para el entendimiento entre distantes. El turista de calidad no es el dispuesto a gastarse al día una cantidad indecente de euros. Es el que reclama una oferta culinaria genuina asentada en el territorio, se atiene a las costumbres horarias locales, acaba repitiendo destino y denuesta que pretendan entretenerlo a base de chistes y dudosas verdades en una visita guiada.
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