A su eterno lamento de creerse víctima de «una persecución política», ahora que está en marcha el juicio contra él por esconder el pago de 130.000 dólares para silenciar a una actriz porno, Donald Trump añade que la vista en Nueva York le aleja ... de la campaña para recuperar la Casa Blanca. Nada más lejos de la realidad. Precisamente el primer proceso penal contra un expresidente de EE UU sitúa al encausado en un privilegiado foco de atención por el más 'leve' de los casos que habrá de afrontar y probablemente el único que llegará ante un tribunal antes de las elecciones del 5 de noviembre. Trump se sirve del proceso para reforzar un mensaje central: que Biden lo quiere apartar de la carrera electoral. Y aprovecha para mantener en tensión a sus seguidores y recaudar fondos con los que costear sus abultadas facturas legales. Si se consigue conformar un jurado de apariencia imparcial y queda absuelto, rentabilizará una victoria. Si es declarado culpable, arremeterá contra el sistema y quizá llegue a ver en peligro la vuelta a la presidencia por el rechazo de electores independientes y republicanos moderados que, según las encuestas, le darían la espalda en caso de condena.

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