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Casi tres meses después de su vuelta a la Casa Blanca, a nadie sorprende que Donald Trump haya faltado a su promesa de acabar con ... la guerra en Ucrania «en 24 horas». Tanto sus declaraciones como sus movimientos erráticos invitan a preguntarse por el verdadero objetivo del presidente de Estados Unidos en la gestión de un conflicto que avanza en su cuarto año. El acuerdo para un alto el fuego incondicional alcanzado hace un mes con Volodímir Zelenski terminó reducido, por obra de Vladímir Putin, a pactos parciales que el Kremlin ha incumplido desde el primer momento. El ataque con misiles a los civiles que ayer celebraban en Sumy el Domingo de Ramos, con una treintena de muertos, prueba que Moscú solo pretende prolongar la carnicería.
En el «diálogo de paz» que supuestamente impulsa EE UU conviven la deferencia hacia el invasor y el progresivo abandono de la nación atacada. La visita el viernes a San Petersburgo del enviado especial de Trump provocó bochorno cuando Steve Witkoff saludó con la mano en el corazón al líder ruso, reclamado por crímenes de guerra por el Tribunal de La Haya. Witkoff, hombre de negocios y amigo con gran predicamento sobre el presidente, defiende que el modo más rápido de encarrilar el fin de la guerra es apoyar a Moscú en su reclamación de cuatro regiones del Este de Ucrania, anexionadas ilegalmente en 2022 después de consultas populares dirigidas a punta de ametralladora. Este emisario entregaría así a Putin más territorio del que realmente ha logrado controlar por la fuerza.
En lo que hace a Kiev, la Casa Blanca renunció hace tiempo a las contemplaciones. La ambición de controlar los recursos naturales ucranianos, en el origen de la bronca a Zelenski en el Despacho Oval que avergonzó al mundo, lleva ahora a EE UU a presentar una nueva propuesta de acuerdo que sigue sin incluir garantías de seguridad frente al expansionismo ruso. Para compensar la asistencia financiera y militar recibida desde que comenzó la invasión masiva, se exige a Ucrania que entregue la mitad de sus ingresos a un fondo del que los estadounidenses irían cobrando la ayuda con un 4% de recargo. El desinterés por la suerte del país se refleja en la reciente renuncia de la embajadora nombrada por Joe Biden y en la desganada presencia por videoconferencia del secretario de Defensa en el último encuentro del Grupo de Contacto. A Ucrania solo le queda Europa.
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