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Las declaraciones de Donald Trump a raíz del accidente aéreo sobre el río Potomac, en Washington, constituyen un emplazamiento al Partido Demócrata a superar su confusión tras la derrota electoral para ofrecer a los estadounidenses un panorama político e institucional más equilibrado que el que ... representa el presidente republicano. En su comparecencia, Trump atribuyó sin pruebas la colisión entre un avión de pasajeros y un helicóptero militar, saldada con la muerte de sus 67 ocupantes, a los requisitos de diversidad en las contrataciones laborales de la Administración Federal de Aviación, de los que hacía responsables a sus predecesores Joe Biden y Barack Obama. La utilización de la mayor tragedia de la aviación en Estados Unidos desde los atentados del 11-S para ampliar la brecha con sus rivales denota que el magnate está decidido a acabar con los mínimos de unidad y compasión colectiva a los que apela una desgracia así.
Pero resulta aún más escalofriante hasta qué punto el presidente de EE UU ha naturalizado el supremacismo. Lo ha hecho generalizando el argumento empleado por el nuevo jefe del Pentágono, Pete Hegseth, sobre la prioridad de contar con personas que ofrezcan la «máxima capacidad de combate». Es decir, hombres, fiables y sin discapacidad alguna. Para ello, sugiere que los controladores del aeropuerto Ronald Reagan o los pilotos de ambas aeronaves no cumplían tales condiciones, como si fuera una verdad previamente alternativa a la investigación oficial en curso.
Donald Trump se ve con autoridad para anular los contrapesos del sistema de garantías, tras su triunfo electoral del 5 de noviembre y el convencimiento de que le arrebataron otro en su primer duelo con Biden. La crisis abierta en el Partido Demócrata facilita las reacciones desencadenadas de Trump, que de momento carece de una oposición sólida. Las voces que se han atrevido a contestar a su mandato, desde el sermón de la arzobispa Mariann Edgar Budde hasta la actuación de distintos jueces que han suspendido temporalmente la aplicación de algunas órdenes ejecutivas de su Gobierno, solo pueden entenderse como una heroicidad fugaz. Los demócratas necesitan rearmarse en torno a un nuevo liderazgo en condiciones de aspirar a la Casa Blanca dentro de cuatro años. Pero sus representantes institucionales tampoco pueden mantenerse a la espera de tal nombramiento sin demostrar a los estadounidenses que cuentan ya con argumentos para hacer frente al Trump más rupturista.
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