Luis de Fuente, durante el partido ante Georgia. EP
Opinión

El triunfo de los mejores

De la Fuente y los suyos han demostrado que el propósito no era solo ganar, sino que los españoles se vieran identificados con su bonhomía

Martes, 16 de julio 2024, 00:14

La victoria de la selección masculina de fútbol en la Eurocopa 2024, cuya fase final se ha desarrollado en Alemania, representa todos los valores positivos que puede ofrecer también el deporte de competición. Perseverancia vocacional, conocimiento compartido, optimización de las capacidades individuales, respeto hacia los ... adversarios, fidelidad a un estilo hecho marca, solidaridad de equipo e interpersonal, desdramatización del juego, minimización de errores y una alegría contagiosa de los más jóvenes hacia los más veteranos. El combinado español se encumbró el domingo en Berlín con el reconocimiento unánime del mundo del fútbol como el mejor de las participantes. Tras demostrar que su objetivo no era tanto ganar como ir a ganar en todo momento, han sido muchos los comentarios de agradecimiento a que España haya rescatado el fútbol sobre suelo alemán. Que la magistral sobriedad de Rodri acabase premiada por la UEFA es un homenaje a lo mejor sin apariencias. Que el desparpajo certero de Lamine Yamal lo convirtiera en la gran revelación del torneo confirma que el talento es ante todo inteligencia. Que Nico Williams fuese el MVP de la final en el Estadio Olímpico se volvió un canto coral a la valentía sin reservas de su madre y de su padre. Aunque lo ocurrido invita al fútbol federado a nivel internacional a instituir el reconocimiento al mejor equipo en todas sus dimensiones. La final de Berlín contra Inglaterra contó, por añadidura, con la inestimable tarea de zapa en vanguardia de Carlos Alcaraz, cuando advirtió con gracejo al público de Wimbledon de que él, tan joven como parte de los elegidos por Luis de la Fuente, se iba adelantando al triunfo de la selección en la Eurocopa.

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De la Fuente comenzó su labor con una convicción y un propósito. La convicción fue que sus seleccionados eran, además de excelentes futbolistas, buenas personas. Porque debían serlo para afrontar unidos una competición tan exigente. Su propósito no era ganar, ganar y ganar, aunque lo haya conseguido. Era que todos los españoles se vieran identificados con La Roja. El domingo debieron de ser contados los ciudadanos con pasaporte español que desearon que la selección perdiera contra Inglaterra. Aunque muchos vascos y catalanes se desconcertaran al comprobar que la identidad nunca es unívoca, ni puede volverse tan sectaria que ahogue simpatías y emociones.

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